“Se llamaban Alex y Angela,
Angela y Alex. Si les hubieran dado algo de tiempo podrían haber llegado a ser
algo en la vida: acróbatas, dentistas, aficionados a los zapatos de tacón,
afiliados al partido socialista, autores de documentales sociales, gestores de
museos o mediatecas, vagos profesionales, oboístas, artistas sin fundamento,
serios instructores de esquí, europarlamentarios, negacionistas del cambio
climático, ovejas negras en una familia blanca. Con un poco de tiempo, habrían
llegado a adoptar las costumbres más variopintas: a vivir con la ayuda de la
cocaína, a defraudar a hacienda, a leer el horóscopo nada más levantarse, a
hablar con desconocidos en los bares, a profesar alguna religión exótica, a
hacer pasta casera con una máquina comprada por internet, a bailar desnudos
frente al espejo, a odiar a la madre y venerar al padre. Amantes torpes,
aficionados al porno, personas solitarias, fiesteras, depresivas optimistas,
trabajadoras, altruistas, limpias, obsesivas o demasiado despreocupadas.
Personas de esas que siempre van a todas partes con la lengua fuera, de las que
hacen verdaderos esfuerzos para levantarse de la cama, de las que nunca quieren
irse a dormir, vividores, suicidas, ludópatas, queridas, parásitos de sus
familiares, padres de familia numerosa, abuelos satisfechos de una piara de
nietos ruidosos.
En realidad, no hay manera de saberlo.”
En realidad, no hay manera de saberlo.”
Publicado por Editorial Tránsito.
Primera edición: octubre de 2019. Traducido del original en euskera, “Amek ez dute”, por la
misma autora. 208 páginas.