lunes, 29 de noviembre de 2021

Duelo – Eduardo Halfon

 

“De niños, ayudábamos a don Isidoro a plantar árboles alrededor del jardín. Don Isidoro abría el hoyo con una piocha y luego se hacía a un lado y nos dejaba a nosotros meter el retoño de árbol y volver a llenar el hoyo con tierra negra. Recuerdo que plantamos un eucalipto en la entrada, una hilera de cipreses en el lindero con el terreno vecino, un pequeño matilisguate en la orilla del lago. Recuerdo que, antes de llenar cada hoyo con tierra, don Isidoro nos decía que debíamos acercar nuestra cabeza y susurrar en el hoyo una palabra de ánimo, una palabra bonita, una palabra que ayudara a ese árbol a echar bien sus raíces y crecer (mi hermano, invariablemente, susurraba adiós). Esa palabra, nos decía don Isidoro, quedaría ahí para siempre, sepultada en la tierra negra.”