Ofelia
ofuscada tratando de pintar de verde un día gris. Alguien le dijo que el fogonazo de luz
resultante podría cegarla hasta impedirle apreciar la visión nítida y natural
de las cosas pero ella, obnubilada, descargó la brocha contra una triste nube
pasajera. Ofelia ofendida.
Ofelia ofendida
robándole horas perdidas al reloj del tiempo. Nadie le avisó de que la aguja
del minutero, desalmada acupuntura sobre la piel desprevenida, le tatuaría un
minúsculo e invisible estigma en algún recoveco del corazón. Le dio refugio y
lo acunó. Ofelia obcecada.
Ofelia
obcecada buscando una puerta de emergencia en el teatro de la existencia. Todos
insistieron en bloquearle la salida, marionetas enredadas en su propio cordaje
vital. Terciopelo enquistado en las cunetas de la complacencia, suave y
uniforme. Ofelia adormecida.
Imagen: Ophelia – John William Waterhouse (1894)