jueves, 5 de diciembre de 2019

La casa del sueño – Jonathan Coe

“Enorme, gris e imponente, Ashdown se alzaba en un promontorio, a unos veinte metros de la escarpada cara del acantilado, donde ya llevaba más de un siglo. Durante todo el día, las gaviotas revoloteaban en torno a sus chapiteles y sus torrecillas, chillando hasta quedarse roncas. Y durante todo el día y toda la noche las olas se precipitaban enloquecidas contra aquella barricada rocosa, llenando con su fragor interminable, como de tráfico pesado, las glaciales estancias y los laberínticos y resonantes pasillos de la vieja mansión. Ni siquiera en las partes más vacías de Ashdown (y ahora se encontraba prácticamente vacía) reinaba nunca el silencio. Las dependencias más habitables se amontonaban en el primer y segundo piso, mirando al mar, y a lo largo del día las inundaba una fría luz. La cocina, en la planta baja, era larga y en forma de L, con un techo bajo; sólo tenía tres ventanas diminutas, y estaba siempre envuelta en la penumbra. Aquella áspera belleza de Ashdown que desafiaba a los elementos enmascaraba el hecho de que, fundamentalmente, no resultaba habitable. Sus vecinos más antiguos y cercanos podían recordar, pero apenas creer, que en su día había sido un domicilio privado, hogar de una familia que contaba únicamente con ocho o nueve miembros. Pero hacía dos décadas la había adquirido la nueva universidad, y ahora albergaba a unos veintitantos estudiantes: una población cambiante; tan cambiante como aquel mar de un verde enfermizo que yacía a sus pies y se extendía hasta el horizonte, sin dejar de revolverse en su permanente desasosiego.”