“Por la noche se oía el gemido del río bajo las camas como
si fuera un gemido de la tierra y se lo tuviera que llevar todo a rastras, como
si todo tuviera que huir con el agua. Y no. El pueblo se quedaba en su sitio y
tan solo el agua huía a escondidas. Entraba lisa y salía loca de espuma por el
rato que había tenido que vivir a oscuras. Como si hubiera tenido miedo de
quedarse encerrada. Yo dormía, y antes de dormirme, o cuando dormía sin dormir,
pensaba en las cosas. Me acordaba de mi madre, sin querer: bien erguida y
delgada y con un ribete rojo en los ojos. Pegaba a los niños. Fastidiaba la
noche de los novios. Cuando dos empezaban a vivir bajo el mismo techo se pasaba
la noche gritando al pie de la ventana: como un perro. Nadie hacía caso de los
gritos de mi madre, porque ella había contado que la madre de su madre también
lo hacía y que todas las mujeres de la parte de su familia lo habían hecho.
Salía como un rayo en cuanto los novios se encerraban en su casa y, con la boca
torcida, se ponía a gritar sin parar. Y cuando mi madre ya había muerto, cuando
ya hacía mucho que estaba enterrada, el primer día que mi padre y mi madrastra
durmieron juntos, yo, y solo yo, oí los gritos de mi madre al pie de la ventana
de mi padre: hasta la primera brizna de luz.”
Nota:
Traducción al castellano, que intuyo ha sido tan gratificante como
dificilísima, de Eduardo Jordá para Club Editor (2017). Además incluye un más
que recomendable posfacio o epílogo firmado por el propio traductor -entre
otros anexos imprescindibles sobre esta rarísima avis u obra inacabada… pero a
su vez con dos finales alternativos, así que pónganle el cierre que ustedes
deseen- Para lectores sibaritas interesados en la carrera de esta
extraordinaria escritora, sin duda la gran dama de las letras catalanas.-