jueves, 19 de septiembre de 2019

La muerte y la primavera – Mercè Rodoreda


“Por la noche se oía el gemido del río bajo las camas como si fuera un gemido de la tierra y se lo tuviera que llevar todo a rastras, como si todo tuviera que huir con el agua. Y no. El pueblo se quedaba en su sitio y tan solo el agua huía a escondidas. Entraba lisa y salía loca de espuma por el rato que había tenido que vivir a oscuras. Como si hubiera tenido miedo de quedarse encerrada. Yo dormía, y antes de dormirme, o cuando dormía sin dormir, pensaba en las cosas. Me acordaba de mi madre, sin querer: bien erguida y delgada y con un ribete rojo en los ojos. Pegaba a los niños. Fastidiaba la noche de los novios. Cuando dos empezaban a vivir bajo el mismo techo se pasaba la noche gritando al pie de la ventana: como un perro. Nadie hacía caso de los gritos de mi madre, porque ella había contado que la madre de su madre también lo hacía y que todas las mujeres de la parte de su familia lo habían hecho. Salía como un rayo en cuanto los novios se encerraban en su casa y, con la boca torcida, se ponía a gritar sin parar. Y cuando mi madre ya había muerto, cuando ya hacía mucho que estaba enterrada, el primer día que mi padre y mi madrastra durmieron juntos, yo, y solo yo, oí los gritos de mi madre al pie de la ventana de mi padre: hasta la primera brizna de luz.”


Nota: Traducción al castellano, que intuyo ha sido tan gratificante como dificilísima, de Eduardo Jordá para Club Editor (2017). Además incluye un más que recomendable posfacio o epílogo firmado por el propio traductor -entre otros anexos imprescindibles sobre esta rarísima avis u obra inacabada… pero a su vez con dos finales alternativos, así que pónganle el cierre que ustedes deseen- Para lectores sibaritas interesados en la carrera de esta extraordinaria escritora, sin duda la gran dama de las letras catalanas.-