martes, 21 de agosto de 2018

Taxi – Carlos Zanón


     “En cada parada de semáforo, si no lleva pasaje, Sandino aprovecha para seguir leyendo una vez más Una soledad demasiado ruidosa. Se lo ha vuelto a comprar porque el anterior ejemplar lo regaló. Es, la suya, una manera de leer nerviosa, neurótica, bulímica. Como si buscara con desespero algo que sólo sabe qué es cuando lo encuentra. En un cambio de semáforo a verde que le pilla por sorpresa, Sandino lanza el ejemplar sobre el asiento del copiloto, donde rebota como en una cama elástica, entre estuches de cedés, vales de lavado, el android y un manojo con todas sus llaves.
     Ese asiento es una tirada de dados, cristales de un caleidoscopio, un sonajero mudo. Seguro que alguien podría leer su destino mirando los objetos dispuestos caprichosamente en él. Verdades ocultas por descifrar y qué bien si sonaran los Cranberries y esa canción que le regalaron hace años. Verdades, mentiras, de eso trata la decisión de parar un taxi y subirse a él. Barcelona no es tan grande y para ir a un sitio determinado tienes tus piernas o los autobuses o el metro, pero allí no puedes mentir ni escuchar las mentiras del otro, como al oído, en la casi onírica confidencialidad de un taxi.”



Nota: If music could talk, el Capítulo 18, me parece sencillamente memorable o descomunal, dese gusto el consumidor.

A mitad de trayecto (el fragmento de arriba lo encontrarán en la página 42/esta nota lebowski va desde 173/178)… y ya apunta MASTERPIECE.-