“En cada parada
de semáforo, si no lleva pasaje, Sandino aprovecha para seguir leyendo una vez
más Una soledad demasiado ruidosa. Se
lo ha vuelto a comprar porque el anterior ejemplar lo regaló. Es, la suya, una
manera de leer nerviosa, neurótica, bulímica. Como si buscara con desespero
algo que sólo sabe qué es cuando lo encuentra. En un cambio de semáforo a verde
que le pilla por sorpresa, Sandino lanza el ejemplar sobre el asiento del copiloto,
donde rebota como en una cama elástica, entre estuches de cedés, vales de
lavado, el android y un manojo con todas sus llaves.
Ese asiento es
una tirada de dados, cristales de un caleidoscopio, un sonajero mudo. Seguro
que alguien podría leer su destino mirando los objetos dispuestos
caprichosamente en él. Verdades ocultas por descifrar y qué bien si sonaran los
Cranberries y esa canción que le regalaron hace años. Verdades, mentiras, de
eso trata la decisión de parar un taxi y subirse a él. Barcelona no es tan
grande y para ir a un sitio determinado tienes tus piernas o los autobuses o el
metro, pero allí no puedes mentir ni escuchar las mentiras del otro, como al
oído, en la casi onírica confidencialidad de un taxi.”
Nota: If music could
talk, el Capítulo 18, me parece sencillamente memorable o descomunal, dese
gusto el consumidor.
A mitad de trayecto (el fragmento de arriba lo encontrarán
en la página 42/esta nota lebowski va
desde 173/178)… y ya apunta MASTERPIECE.-