miércoles, 20 de septiembre de 2017

La nostalgia feliz – Amélie Nothomb


     “Unas horas más tarde, me despierta la intuición de que debo mirar el paisaje: subo la cortina de la ventanilla y lo que descubro me deja sin aliento. El avión está sobrevolando las cimas del Himalaya, cuya blancura basta para iluminar las tinieblas. Estamos tan cerca de la cima que contengo la respiración ante la idea de tocar el Everest. En mi vida sólo he tenido una visión tan sublime. Le doy gracias a Japón, que es a quien se las debo.
     Permanezco pegada a la ventanilla, contemplando fijamente esos colosos nevados. La noche es una bendición, ya que hace posible esta vista: de día, la violencia de la luz me habría obligado a desviar la mirada. De noche, tengo la impresión de estar conociendo, en el transcurso de una expedición de submarinismo, a una familia de ballenas blancas, nobles e inmóviles, en esas tinieblas perfectas de penúltimos fondos que permiten apreciarlo todo mucho mejor que con las horribles luces de los hombres.”