domingo, 20 de noviembre de 2016

El cazador de leones – Javier Tomeo

“¡Dios mío! ¡Cuántos años han pasado desde entonces! ¿Quince? ¿Veinte? ¡Oh, sí, el tiempo, ése es el gran enemigo a batir! Usted sabrá disculparme, señorita, pero de vez en cuando, y sin ningún motivo aparente, uno no puede evitar volver la mirada al pasado. Evocamos los tiempos que se fueron y nuestros corazones se convierten en inmensas necrópolis, nuestra soledad se hace todavía más profunda. Sí, señorita, lo reconozco, de pronto me he puesto triste, siento incluso ganas de echarme a llorar. Puede que sea el tiempo. Estas tardes de lluvia acaban inundándonos de nostalgia y lloramos pecados que nunca hemos cometido. ¡Ah, sí! ¡Debe de ser maravilloso, en tardes como las de hoy, mientras llueve en las calles y el viento se lleva las últimas hojas de las ramas, tener muy cerca a una mujer como usted que no se canse de repetirnos que el otoño no significa el fin, sino sólo el puente necesario para llegar a una nueva primavera!”