sábado, 30 de abril de 2016

La soledad del cobrador de fondo

“Entró en su apartamento, y su hondo suspiro de alivio fue el de un hombre para el cual la vida de ermitaño nunca dejará de ser una tentación omnipresente. Su hermano Irwin, propenso a los remordimientos de conciencia, había defendido en infinidad de ocasiones que la razón de que Norman fuera un fracasado, las causas de la blandura de Norman en sus relaciones con los demás, brotaban de su querencia por la soledad. Despojándose de sus ropas demasiado holgadas, cubiertas de polvo, y abriendo el agua caliente de la bañera, Norman no le habría rebatido esa opinión. Él no sabía por qué era como era. Sus pasiones siempre le habían resultado de difícil lectura. De niño, había parecido bastante feliz. Había soñado mucho despierto, casi siempre sueños convencionales en su romanticismo. Aún le sucedía. Estirarse dentro de su ser había parecido la forma natural de crecer hasta que fue un hombre maduro y después le había desconcertado sólo un poco. Ahora, naturalmente, notaba la inminencia del dolor, pero no lograba imaginar de qué modo pudiera afectar a su personalidad.
Se introdujo en la bañera y abrió un poco el agua fría. Se agachó, flaco y peludo como era, hasta ajustar la temperatura idónea, y contempló los intersticios entre los baldosines. La tristeza: había experimentado esa emoción diez mil veces. Igual que la expiración sigue a la inspiración, la consideraba el reverso lógico de cada empuje de felicidad.”

Mott Street corner, Chinatown – NYC, January – 1953.

Los inquilinos de Moonbloom
Edward Lewis Wallant