miércoles, 2 de septiembre de 2015

Roberto Bolaño: Ipse dixit

Me dispongo a copiar en formato blog una selección de fragmentos de la última entrevista, tan larga como sumamente interesante, que concedió Roberto Bolaño antes de su partida al otro barrio en el año 2003. La periodista preguntona fue Mónica Maristain y fue publicada en la edición mexicana de la revista Playboy. Si se les hace corto este post pueden continuar leyendo AQUÍ


¿Le dio algún valor en su vida el haber nacido disléxico?
Ninguno. Problemas cuando jugaba al fútbol, soy zurdo. Problemas cuando me masturbaba, soy zurdo. Problemas cuando escribía, soy diestro. Como puedes ver, ningún problema importante.
¿No cree que si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Ángeles Mastretta otro sería su parecer acerca de sus libros?
No lo creo. Primero, porque esas señoras evitan beber con alguien como yo. Segundo, porque yo ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un sentido de lo prosodia y el ritmo, un cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio.
¿Quién le hizo creer que es mejor poeta que narrador?
La gradación del rubor que siento cuando, por pura casualidad, abro un libro mío de poesía o uno de prosa. Me ruboriza menos el de poesía.
¿Usted es chileno, español o mexicano?
Yo soy latinoamericano.
¿Qué es la patria para usted?
Lamento darte una respuesta más bien cursi. Mi única patria son mis dos hijos, Lautaro y Alexandra. Y tal vez, pero en segundo plano, algunos instantes, algunas calles, algunos rostros o escenas o libros que están dentro de mí y que algún día olvidaré, que es lo mejor que uno puede hacer con la patria.
¿Enrique Lihn, Jorge Teillier o Nicanor Parra?
Nicanor Para por encima de todos, incluidos Pablo Neruda y Vicente Huidobro y Gabriela Mistral.
¿Qué le hubiera dicho a Gabriela Mistral si la hubiera conocido?
Mamá, perdóname, he sido malo, pero el amor de una mujer hizo que me volviera bueno.
¿Usted tiene más amigos que enemigos?
Tengo suficientes amigos y enemigos, todos gratuitos.
¿Ha vertido alguna lágrima por las numerosas críticas que ha recibido por parte de sus enemigos?
Muchísimas, cada vez que leo que alguien habla mal de mí me pongo a llorar, me arrastro por el suelo, me araño, dejo de escribir por tiempo indefinido, el apetito baja, fumo menos, hago deporte, salgo a caminar a orillas del mar, que, entre paréntesis, está a menos de treinta metros de mi casa, y les pregunto a las gaviotas, cuyos antepasados se comieron a los peces que se comieron a Ulises, ¿por qué yo, por qué yo, que ningún mal les he hecho?
¿Ha experimentado el hambre feroz, el frío que cala los huesos, el calor que deja sin aliento?
Como dice Vittorio Gassman en una película: modestamente, sí.
¿Ha robado algún libro que luego no le gustó?
Nunca. Lo bueno de robar libros (y no cajas fuertes) es que uno puede examinar con detenimiento su contenido antes de perpetrar el delito.
¿A qué personaje de la historia universal le hubiera gustado parecerse?
A Sherlock Holmes. Al Capitán Nemo. A Julien Sorel, nuestro padre, al príncipe Mishkin, nuestro tío, a Alicia, nuestra profesora, a Houdini que es una mezcla de Alicia, de Sorel y de Mishkin.
¿Piensa alguna vez en sus lectores?
Casi nunca.
¿Qué cosas de todas las que le han dicho sus lectores en torno de sus libros le han conmovido?
Me conmueven los lectores a secas, los que aún se atreven a leer el Diccionario filosófico de Voltaire, que es una de las obras más amenas y modernas que conozco. Me conmueven los jóvenes de hierro que leen a Cortázar y a Parra, tal como los leí yo y como intento seguir leyéndolos. Me conmueven los jóvenes que se duermen con un libro debajo de la cabeza. Un libro es la mejor almohada que existe.
¿Qué cosas lo aburren?
El discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha ya lo doy por sentado.
¿Cuáles son los cinco libros que marcaron su vida?
Mis cinco libros en realidad son cinco mil. Menciono éstos solo a manera de punta de lanza o embajada aviesa: El Quijote, de Cervantes. Moby Dick, de Melville. La Obra Completa, de Borges. Rayuela, de Cortázar. La conjura de los necios, de Kennedy Toole. Pero también debería citar: Nadja, de Breton. Las cartas, de Jacques Vaché. Todo Ubu, de Barry. La vida, instrucciones de uso, de Perec. El castillo y el proceso, de Kafka. Los aforismos, de Lichtenberg. El Tractatus, de Wittgenstein. La invención de Morel, de Bioy Casares. El Satiricón, de Petronio. La Historia de Roma, de Tito Livio. Los pensamientos, de Pascal.