lunes, 8 de junio de 2015

Nocturno de Chile - Roberto Bolaño

"Ahora me muero, pero tengo muchas cosas que decir todavía. Estaba en paz conmigo mismo. Mudo y en paz. Pero de improviso surgieron las cosas. Ese joven envejecido es el culpable. Yo estaba en paz. Ahora no estoy en paz. Hay que aclarar algunos puntos. Así que me apoyaré en un codo y levantaré la cabeza, mi noble cabeza temblorosa, y rebuscaré en el rincón de los recuerdos aquellos actos que me justifican y que por lo tanto desdicen las infamias que el joven envejecido ha esparcido en mi descrédito en una sola noche relampagueante. Mi pretendido descrédito. Hay que ser responsable. Eso lo he dicho toda mi vida. Uno tiene la obligación moral de ser responsable de sus actos y también de sus palabras e incluso de sus silencios, sí, de sus silencios, porque también los silencios ascienden al cielo y los oye Dios y sólo Dios los comprende y los juzga, así que mucho cuidado con los silencios. Yo soy responsable de todo. Mis silencios son inmaculados. Que quede claro. Pero sobre todo que le quede claro a Dios."


Mimini Comentario: Así comienza esta semidesconocida joyita literaria, el rutilante diminutivo viene a cuento de su extensión (150 páginas compactadas, sin capitular al descansillo de los capítulos, en una impecable construcción rítmica), donde Bolaño rinde homenaje a su Chile lindo y natal, capital Santiago, a la vez que le ajusta las cuentas a su Historia infeliz.
Sebastián Urrutia Lacroix es el personaje central y en su currículum figuran todos estos datos: chileno de padre vasco y madre francesa, sacerdote miembro del Opus Dei, escritor frustrado y crítico literario de prestigio… aquí se nos cuenta todo el periplo de su existencia y se nos presenta a todos aquellos personajes con los que alguna vez se relacionó: algunos que conocerás como Ernst Jünger, Augusto Pinochet, Pablo Neruda… y otros que te los presentará entre líneas y en primera persona; como ese amigo íntimo llamado Farewell –inolvidable este-, una femme fatale de braguitas color misterio cuyo nombre es María Canales y un ‘joven envejecido’ que habita en la conciencia de nuestro protagonista. 
Brutal la última frase, en forma de sentencia nocturna y alevosa, con que se cierra la novela.-