"Les despierta en el corazón de la noche,
sucesivamente, una alarma debajo de la frente, que no se ha dejado engañar por
ninguna luna amiga y pretende recordar a cada cual, con una precisión de
péndulo, el número de días, horas y minutos que quedan por vivir. Les despierta
y la primera reverberación de húmedo sol les sorprende siempre así, con los
ojos en el techo, medio tiznados de sueños, medio de temor, atentos a trazar
entre las vigas líneas de fuerza y de fuga, una trama de cruces, agujeros y
resquebrajaduras, a cuyo término les espera una feliz ausencia de peso, una
aérea insensatez, una sensación de vuelo que en su idioma mental, no escrito ni
dicho, corresponde a la idea, tan virginal y espontánea, de la literatura."
Las mentiras de la noche
Gesualdo Bufalino
"Comienza con las primeras claridades del
alba y a través del sueño se oye como los perros se lamentan en los olivares.
Luego el sol desemboca en los tejados, chorreante yema de huevo, hórrida
menstruación del cielo. El soplo que nace de él ni siquiera provoca el sudor,
sino que aprieta el corazón dentro de un puño, empuja a las golondrinas a
estrellarse contra los campos de lava, por todas partes reverbera, y las
engaña, una inexistente palpitación de agua. Y así la una, las dos. Ahora
gorgotea lentamente y se apaga la cola de viento que se había alzado del mar,
sembrando de arena africana cada uno de los pliegues de la piel y del suelo;
junto a los pozos están secos los áridos agujeros donde se acovacha la víbora,
en los dinteles duermen los pobres, y parecen muertos, con una venda oscura
puesta sobre los párpados."
Perorata del apestado
Gesualdo Bufalino