Norma Talmadge (1893-1957) es un nombre
que a mucha gente no le sonará de nada a pesar de que en su momento fue una de
las más rutilantes estrellas de la época del cine mudo de Hollywood, pero
seguro que todo el mundo ha oído hablar de esa tradición que consiste en
imprimir las manos en tierra por parte de algunos inmortales del cine que
dejaron así su rastro para la posteridad (aunque por lo visto también se pueden
encontrar otras cosas como los pies de Marilyn, o las gafas de Harold Lloyd, o
el puro de Groucho Marx, o el puño de John Wayne, o la varita mágica de Daniel
Radcliffe…) en la calle que se encuentra en frente del Grauman’s ChineseTheatre, que no hay que confundir con el Paseo de la Fama del mismo Hollywood
donde más de 2.000 estrellas de cinco puntas con sus nombres correspondientes grabados
en uniformes baldosas dan su rutilante brillo al archiconocido paseo de
Hollywood Boulevard; aunque están muy cerca uno del otro, no es lo mismo, uno
es más natural y el otro más artificial por así decir. En fin, sepan ustedes
que la primera celebridad en dejar grabadas sus huellas no fue otra que esta
señorita que aquí les presento cuando cierto día del año 1927 cayó de bruces
accidentalmente, con el moraíto supongo yo, y dejó la impronta de sus manos
sobre el cemento húmedo de unas obras que se hacían a las puertas de ese Teatro
con vistas a su próxima inauguración, instaurando una moda, la de las huellas y
la de las estrellas con fondo rosa y borde de bronce inkrustado que ha
perdurado hasta nuestros días para que millones de curiosos de todos los
tiempos las pisoteen y las deslumbren con sus flashes fotográficos durante toda
la eternidad. Curiosidades te da la vida, ay dios!