martes, 29 de julio de 2014

La buhardilla del poeta

Descubrir a estas alturas un Orwell de semejante calado cuando uno ya creía haber leído lo mejor de su obra, respeto presente obliga a seguir indagando en ella, supone todo un acontecimiento para quien siempre veneró a este genio de las letras universales, inglés de pro y extranjero a la contra. Publicada en 1936 (estratégicamente colocada en su bibliografía entre dos de sus trabajos menos conocidos: ‘A Clergyman’s Daughter’ -1935- y ‘The Road to Wigan Pier’ -1937-, las cuales no reconozco pero tengo en mente leer si el futuro me presta una oportunidad) esta me parece una novela descomunal por múltiples razones que intentaré resumir brevemente…

Sorprende, ya desde su inicio, observar que estamos ante un Orwell totalmente alejado de la ciencia ficción o de la crónica de guerra que bien podrían ser sus estilos literarios más reconocidos por el gran público lector, aquí su escritura rezuma un realismo tan pulcro en su suciedad narrativa que resulta maravilloso observar cómo consigue describir la sociedad londinense de la época en que transcurre la acción (Londres 1934-35, los años a caballo entre los 29 y los 30 años del protagonista principal) sin mancharse los dedos con la tinta repetitiva de ningún tipo de influencia anterior, a ver cómo les explico esto: pueden ustedes vestir la novela con una etiqueta victoriana (claramente representada en el incondicional amor que nos entrega, regala, el personaje de Rosemary en su exclusiva feminidad evolutiva), también pueden reconocer descripciones dickesianas en esas impresionantes recreaciones de los bajos fondos de la City –callejones mugrientos, pubs cerveceros, casas de putas, pensiones baratas…-, e incluso puede que, como le ocurrió a un servidor, reconozcan en Comstock, un personaje inolvidable digámoslo ya, un parecido más que razonable con aquel tipo sin nombre que protagoniza la también muy recomendable ‘Hambre’ de Knut Hamsun... pero les puedo asegurar, sin miedo a equivocarme, que serán ustedes testigos de cómo Orwell, adaptando un poco de todo la anteriormente expuesto, porque estoy convencido de que leyó a todos esos nombres clásicos y/o que lo acompañaron en sus mochilas de viajes varios, imprime su sello particular e incuestionable a la novela, utilizando para ello una narrativa muy ‘fácil’ de digerir para todos los públicos en una obra que crece con cada página de avance hasta llegar a un final, tan soberbio como inesperado, que consigue redondear este ‘clásico moderno’ que hará las delicias de todo aquel lector que se atreva a iniciar su lectura sin ningún tipo de prejuicio previo al respecto de su autor o de lo que aquí le apetece contarnos…

Análisis concienzudo del Capitalismo vs. Socialismo representado por los maravillosos diálogos entre Comstock y Ravelston en una amistad de altos vuelos entre un tipo que siendo un publicista de prestigio abandona toda comodidad para trabajar en una librería de baja estofa –dos de ellas en realidad, las de los ‘señores’ McKechnie y Cheeseman- para convertirse en poeta en sus ratos de ocio y así revolcarse en la inmundicia más extrema del lado oscuro de la vida, patrimonio exclusivo de los perdedores… y un rico pudiente incapaz de soportar la realidad que le rodea. Radiografía extrema del significado de la palabra Dinero como concepto vital, uno de sus puntos fuertes en mi opinión. Memorable balada triste de Amor también, de las que hacen época, la de Comstock y Rosemary. Pequeños detalles para resumir a grandes trazos la trama argumental de una historia donde pasarán muchas otras cosas, tantas, que miedo da inmiscuirse en las cuitas de los protagonistas sin tener toda esa serie de datos adicionales que Orwell aporta para conocerlos mejor, para quererlos mejor, para acabar devorándolos todavía mejor. Todo un banquete literario al que no deberían renunciar, ustedes que son tan afortunados de poder tener –poder es querer, amig@s- una aspidistra en cualquier rincón de sus confortables casas… ahora que aún están a tiempo de saber lo que eso significa.-  

lunes, 28 de julio de 2014

El tercero en discordia


28 de julio de 1914, el Imperio Austrohúngaro declara la guerra a Serbia dando así inicio al estallido de aquella PRIMERA GUERRA MUNDIAL de la que tal día como hoy se cumplen 100 años, un puto siglo entero en el que han pasado tantas cosas que, personalmente, tengo la sensación de que, perdiendo la noción del tiempo real transcurrido desde entonces como la pierdo ahora, hayan pasado todavía muchas más lunas; en todo caso no queda tan lejano aquel acontecimiento que, además de llevarse por delante 20 millones de vidas humanas, cambió de forma brutal y para siempre el devenir de esta Historia de la que todos formamos parte.

¡No jodas contándote una batallita a estas alturas!, claro que no, tan sólo hablaré brevemente de una leyenda que se engendró en aquella Gran Guerra, de la que no había oído hablar nunca y me ha parecido muy interesante, además si sois supersticiosos igual os lo pensáis dos veces cuando estéis de farra con los amiguetes porque la cosa parece ser que ha perdurado hasta nuestros días: Resulta que, entre los soldados de las trincheras, corrió como la pólvora el rumor de que traía mala suerte ser el tercero en encender un cigarro, vaya que al que le pasaban lumbre en tercer lugar lo apodaban ‘Clavo de ataúd’, poca broma si la cerilla se consumía entre los dedos del compañero y querías encender tu pitillo… o si hoy te pasan el mechero bronceado en tercera posición. ¿Qué coño es esto se preguntarán ustedes?, y como todo tiene una razón de ser pues se la contaré para que tomen buena nota: El francotirador enemigo veía al primero, apuntaba al segundo… y mandaba al otro barrio al tercero. Así de simple.

Dicen que jugar con fuego también puede resultar perjudicial para su salud.-

domingo, 27 de julio de 2014

Va, venga, decidido…




Dicen que va a volver loquillo al electorado socialista… Dicen que ha defraudado al electorado convergente… Dicen que se reúnen la semana que viene… para desearse felices vacaciones.

¡Que os den a todos por el culete, cabrones! En un domingo cualquiera de un verano del año 14 del siglo XXI, leyendo la sección política de la prensa espanzurrado en el sofá, acabo de levantarme y venir hacia el ordeñador después de haber tomado LA DECISIÓN, en uno de esos puntos extraños que me caracterizan, de NO VOLVER A VOTAR NUNCA MÁS, nunca mais, never more… o como queráis llamarlo. Respetable como cualquier otra, claro.

Sí, ya se que debo dejar constancia por escrito de mis puntazos puntuales, por eso le dedico un par de minutillos al blog para levantar acta mientras hago otro viaje postsofático para dirigirme hacia la nevera y coger una birrita fresquita, tan sólo una hoy prometido, capaz de sellar esta, mí última voluntad al respecto. HE DICHO.
Me vuelvo a la lectura dominical, una vez dejado atrás el desencanto del politiqueo, que trae cosillas mucho más interesantes… refrescantes también.-

viernes, 25 de julio de 2014

Tinto de verano


Abdel-Kader Zaaf era un ciclista argelino que pasó a los anales de esa maravillosa historieta deportiva que es el Tour de France cuando en la edición de 1950 estuvo a punto de convertirse en el primer africano en ganar una etapa. Quedaban algo menos de 30 km. para la meta y el tío marchaba escapado en solitario con una ventaja considerable sobre el resto del pelotón en un día de calor extremo, cuando por lo visto unos aficionados le ofrecieron un bidón de refresco que contenía en su interior uno de los mejores vinitos que podían encontrarse en el mercado vinícola de aquellos años, que sé yo, la bodega en cuestión nunca trascendió porque no existían los antidoppings, pero pongamos un Beaujolais cosecha del 48 ligeramente fresquito o algo así. La cosa es que el caldo hizo tal efecto en el organismo del norteafricano que no se le ocurrió otra cosa que parar la bici, recostarse en un árbol, y echarse una siestecita de la que ya despertó demasiado tarde, con el fuera de control en su expediente de carrera, siendo eliminado al sobrepasar el tiempo reglamentario de llegada a meta, a la que por lo visto llegó dando bandazos y seseando con la bici. Parece ser que lo trasladaron al Hospital de Nimes, lugar donde acabó aquella etílica etapa para él, lo curioso del caso es que escapó a la mañana siguiente tras recuperarse de la mona y se presentó en la línea de salida… pero no le dejaron tomar otra pedalada más.
El Tour y sus putas leyendas. Salvo incidencia mayor, que nunca se sabe, Vincenzo Nibali traspasará la última raya de gloria en París y conquistará muy merecidamente esta edición de 2014. Felicidades.-

Foto: Zaaf, con el pestazo a vinacho, auxiliado por los miembros de su equipo.

miércoles, 23 de julio de 2014

Money for nothing


“Tales pensamientos discurrieron por la mente ingenua y egoísta del Gordon adolescente. Y concluyó que solo había dos formas de vivir: siendo rico o rechazando deliberadamente la riqueza; teniendo dinero o despreciándolo. Lo terrible es adorar el dinero y carecer de él. Dio por sentado que jamás sería capaz de enriquecerse. Ni siquiera se le pasó por la cabeza la idea de que tal vez poseía talentos de los que poder sacar provecho. Eso le habían enseñado sus maestros: le inculcaron que no era más que un insignificante y molesto alborotador, y que muy probablemente no alcanzaría ningún éxito en la vida. Y él lo aceptó. Muy bien, entonces renunciaría a toda conquista económica y convertiría el desprecio de cualquier logro en su más firme propósito existencial. Prefería ser un rey en el infierno que un esclavo en el cielo; para eso, mejor servir en el infierno que en el cielo. A sus dieciséis años ya había tomado partido: lucharía contra el dios dinero y toda su cohorte de acólitos despreciables. Había declarado la guerra al dinero, aunque en secreto, naturalmente.”
Que no muera la aspidistra
George Orwell

lunes, 21 de julio de 2014

La mosca o la vida

Foto de Rodaje: Henry Fonda, Claudia Cardinale, Sergio Leone, Charles Bronson & Jason Robards.

Un grupo de gente con malas pulgas espera la llegada de un tren en una estación perdida en mitad de ninguna parte, así empieza la película… y tuvo que ser un italiano quién llegó para enseñarles a los norteamericanos como se hacía uno de los mejores westerns de la historia del cine. Esa docena de minutos del video, títulos de crédito incluidos, refleja la genialidad de un director de cine inolvidable rodando en su estado más puro.-

Hasta que llegó su hora
Sergio Leone (1968)

lunes, 14 de julio de 2014

¡Brillad, brillad, malditos!

Título: Tienes talento
Autor: Risto Mejide
Publicado: El Periódico de Catalunya 

Tienes talento. No te conozco de nada, pero ya sé que lo tienes. Y si yo lo sé, tú deberías saberlo ya. Créeme, que de esto algo he aprendido, que de esto algo sé. Te lo dice un jurado de talent-shows que ha visto unas cuantas decenas de miles de concursantes tratando de demostrarlo e incluso triunfando a pesar de mis esfuerzos por hacerles fracasar.
Tienes talento. Entendido como lo entiende José Antonio Marina, inteligencia bien dirigida, que elige adecuadamente sus metas y los medios para conseguirlas, y ahí que va. Imparable, implacable, rotunda y eficaz. Entendido también como lo entiendo yo, talento como capacidad de provocar algo en los demás. Si eres un líder, capacidad de hacer que te sigan. Si eres un artista, capacidad de conmover, de emocionar. Si eres un contable, capacidad de que todo encaje.
Porque tienes talento. Puede que aún no te hayas dado cuenta, pero oye, ahí está. Escondido entre tus frustraciones y tus miedos al qué dirán. Igual está disfrazado de hobby, vestido de algo que siempre haces simplemente por disfrutar. Aquello que te daría vergüenza tener que cobrar, porque harías con gusto incluso gratis. Aquello que piensas que deberías pagar para poderlo desempeñar. Aquello que jamás llamarías trabajo. Aquello de lo que jamás te quieras jubilar.
Tienes talento. Esa habilidad para sorprender al que te lo descubre. Ese don, ese no sé qué. Esa facilidad. Seguramente te cueste creer que alguien pueda llegar a valorarlo algún día. Pero esa persona existe, y seguramente no esté sola, seguramente sean más.
Entre lo que te gusta y lo que se te da bien está lo que les gusta a los demás, que es lo mismo que decir que en algún lugar, en algún momento, existirá un grupo de personas dispuesto a compensártelo. Una vida sin trabajo ni obligaciones te está esperando si aciertas con aquello a lo que te quieres dedicar. No está mal, como promesa ni como beneficio racional.
El problema no es, por lo tanto, tener talento. Eso ya hemos quedado todos que ahí está. El problema está en descubrirlo a tiempo. Antes de que la vida te haya hipotecado. Antes de que te dirijan la vida unas cuantas facturas que sí o sí, algún día, tendrás que empezar a abonar.
Cómo despertamos a tiempo. Ésa ha sido y sigue siendo la verdadera tragedia de toda la humanidad, desde que el hombre es hombre y desde que la mujer no ha tenido más remedio que mirárselo y aguantar, hasta hace muy muy poco. Porque incluso eso ya está empezando a cambiar, menos mal.
De ahí que, cuando se es joven, lo inteligente sea endeudarse. Una solución que propone otro sabio, Alfons Cornella, y con la que no puedo estar más de acuerdo. Se trata de conseguir los medios para hacer lo que quieras, que como tienes talento, ya los devolverás.
Y si ya no eres tan joven, tampoco hay excusa, pues nunca es tarde para empezar a respirar. Ahí está Sir Alexander Fleming, descubriendo la penicilina a la tierna edad de 47 primaveras. O un cartero de Los Ángeles que en 1969 dejó su trabajo para acabar publicando su primera novela rondando ya los 50 tacos. Igual te suena, se llamaba Charles Bukowski. Y qué me dices de un tal David Chase, que creó una serie de televisión una vez pasados los 54, a la cual tituló así: Los Soprano.
Por lo tanto, si el problema no es tener talento, porque lo tienes, si el problema no está en llegar a tiempo, porque aún lo estás, si el problema no está en haberse dedicado toda la vida a lo que uno se debería haber dedicado, ni siquiera los medios con los que uno cuenta para arrancar. Si el problema no es nada que tenga que ver con todo eso, mírame a las gafas y respóndeme.
Dónde.
Está.
El.
Puto.
Problema.

sábado, 12 de julio de 2014

Náufragos del desierto


Tomemos 1833 como punto de partida, año de nacimiento del pálido niño protagonista que agarrándose desesperadamente a las paredes del cuello uterino de su madre consigue salir al exterior estrangulando así la existencia de quien durante nueve meses le incubó en su interior. El padre jamás pronuncia su nombre, ni el mismo se lo ha preguntado nunca, tampoco sabe leer ni escribir… y a los catorce años decide pirarse de casa. A grandes rasgos es en este flash back de inicio de la novela cuando realmente empieza a tejerse su trama argumental y ese ínfimo dato me parece importante de mencionar porque a partir de aquí, 1847, el niño ya es y será para siempre “El Chaval” (al menos hasta que se haga un hombre, pero no adelantemos acontecimientos…); desde este punto de partida, toda la acción transcurrirá en una especie de tiempo lineal sostenido, aunque con muchísimo movimiento en espacio territorial. El chaval empieza a recorrer mundo: Menfis, San Luis, Nueva Orleans, San Antonio… hasta que tropieza con otros dos personajes fundamentales en el transcurso de la historia: El juez Holden (el coronel Kurtz trasladado desde Vietnam al Far West, háganse ustedes una paranoica idea… y aun así deléitense con la sorpresa de que se han quedado cortos de perspectiva) y Toadvine (secundario de lujo y amigo del alma hasta… que el destino los separe). Ellos tres, a su modo y manera, se enrolan en las filas del escuadrón de la muerte que dirige con puño de acero un tal John Joel Glanton, gran estratega que se erige como auténtico protagonista en los dos primeros tercios de narración (quede claro que esta es una opinión muy personal) y cuya misión consiste en exterminar indios de toda tribu y pelaje -excepto los delaware, colaboracionistas, con un terceto de miembros rastreadores entre sus filas- como objetivo prioritario para recaudar gastos de empresa y cobrar recompensas del gobierno mexicano (y por lo bajini del estado de Texas también) por sus cabelleras o cabezas empaladas, pero además a todo aquel pobre diablo que ose interponerse en su demente viaje a ninguna parte; todo ello envuelto en una espiral de violencia que, estoy completamente convencido, va a descabalgar a muchos lectores de la que, por otra parte, me parece la novela de McCarthy más fácil de seguir para el lector común, y eso es una verdadera pena, antes de llegar a ese apoteósico y crepuscular final de trayecto. Danzad o leed, malditos, al son de los tambores de amor y de guerra.

Sería injusto no mencionar en los títulos de crédito a David Brown (¡oye! pon oreja, y no te pierdas el collar que luce el menda en el cuello…), los Jackson (un blanco y un negro que comparten apellido… y no lo pueden soportar) y sobre todo Benjamin Tobin (un cura que cuelga los hábitos para unirse a la banda: la batalla dialéctica con la religión, la justicia y la filosofía como pilares de debate que sostiene con Holden, y el chaval como testigo, es sencillamente memorable). A partir de aquí, el lector puede cabalgar solo, el camino puede que sea largo y sinuoso -23 capítulos distribuidos en casi 400 páginas- pero vale la pena no desfallecer. Además de los lugares citados con anterioridad, incluye otras muchas paradas y fondas: Laredito, Chihuahua, Corralitos, Janos, Gallego, Nacozari, San Bernardino, Yuma, San Diego, Fort Griffin (Texas)… y por supuesto, el inevitable Desierto, puede que el protagonista mayúsculo y absoluto de la novela, no en vano es bajo su influjo donde se suceden la mayoría de sus mejores momentos. Espejismo, espejismo, ¿Quién entre todos los malvados autores es el más guapo o te ha sabido describir mejor?

Ese chaval ya es un hombre y tiene nombre: Cormac McCarthy, 80 años, publicó esta novela con la bolsa becada que cobró en 1985 cuando contaba con 52 muescas en el revolver de la vida, justo antes de su famosa Trilogía de la Frontera (allá llegaremos, amigo) y justo después de “Suttree” (que le costó la friolera de veinte años de gestación). La prosa poética con que envuelve y disfraza la extrema violencia que hace acto de presencia en este “Meridiano de sangre” (puede que la novela más dura –dejaría la etiqueta de ‘gore’ en pañales- que un servidor haya leído jamás) me parece su mejor argumento defensor, un disparo certero en la diana de la inmortalidad.-

*El pesadillesco juez Holden se me ha aparecido esta noche en sueños, cuando aún no se cumple ni una luna desde que cerré la contraportada del libro, me ha despertado acariciándome el pescuezo con una de sus asquerosas manos y me ha susurrado al oído:

-Levántate y escribe la mierda de reseña que baila en tu mente, chaval… o calla para siempre.

 


miércoles, 9 de julio de 2014

¡Jo, que baño!

Me da a mí que algo como lo visto ayer en la primera de las semifinales del Mundial de Fútbol Brasil 2014 va a ser poco menos que irrepetible a este nivel. Dejaremos constancia en el blog, que hace tiempo que no tocamos la etiqueta de sporting, quede claro también que un servidor va con Holanda, que hoy juega la otra semifinal contra Argentina, aunque, pensándolo bien, igual hasta juegan a no ganar para no tener que enfrentarse al jodido rodillo alemán...

BRASIL: Julio Cesar, Maicon, Dante, David Luiz, Marcelo, Luiz Gustavo, Fernandinho (Paulinho 46’), Oscar, Bernard, Hulk (Ramires, 46’), Fred (William, 69’).

ALEMANIA: Neuer, Lahm, Boateng, Hummels (Mertesacker, 46’), Hoewedes, Khedira (Draxler, 77’), Schweinsteiger, Müller, Kroos, Özil, Klose (Schurrle, 58’).

¿Flamenco o samba?, tranquila nena que no se acaba el mundo…


ESTADIO: Mineirao (Belo Horizonte) – 58.141 espectadores.
ÁRBITRO: Marco Rodriguez (México) – T.A: Dante (69’).
BRASIL 1 – ALEMANIA 7
GOLES: 0-1, Müller (min.11), 0-2, Klose (min.23), 0-3 Kroos (min.24), 0-4, Kroos (min.24), 0-5, Khedira (min.29), 0-6, Schurrle (min.70), 0-7, Schurrle (min.78), 1-7, Oscar (min.91).

lunes, 7 de julio de 2014

3.- “Vera” – Pink Floyd


Does anybody here remember Vera Lynn
Remember how she said that
We would meet again
Some sunny day
Vera! Vera!
What has become of you
Does anybody else in here
Feel the way I do ?

domingo, 6 de julio de 2014

Filosófica y sangrienta metáfora vampírica

En estos estúpidos tiempos modernos, que corren y vuelan, solo un pequeño ramillete de películas consigue sobrevivir a la memoria, individual y colectiva, del universo zombi en que se ha convertido el Séptimo Arte… y esta es una de ellas. Rodada con cuatro duros pero demostrando un inmenso talento en la dirección y en la creación de su excelso guión, Jarmusch ha conseguido atravesar (one more time) las partes más íntimas del espectador y rozar con la punta de sus dedos enguantados la secreta materia de la que está hecha el sueño de la inmortalidad y que se compone de una serie de irrisorias partículas superpuestas que se esconden en el cerebro y en el corazón de los seres humanos para no ser contaminadas por elementos indeseables, trascendiendo así hasta ese arcano espacio donde sobreviven, a duras penas, los que merecen la vida eterna. Desde Tánger a Detroit, a través de los siglos de los siglos: una pequeña gran maravilla cinematográfica que debería hacer correr ríos de tinta roja. No se la pierdan. De culto, desde ya.-


Título: Solo los amantes sobreviven
Título Original: Only Lovers Left Alive
Dirección: Jim Jarsmusch
Guión: Jim Jarsmusch
Año: 2013
Fotografía: Yorick Le Saux
Música: Jozef Van Wissem
Nacionalidad: Reino Unido, Alemania y Grecia.
Metraje: 123 min.
Intérpretes: Tilda Swinton, Tom Hiddleston, Mia Wasikowska, John Hurt, Anton Yelchin, Jeffrey Wright.

jueves, 3 de julio de 2014

Necrosimicón


Todo está en los libros, claro. Leyendo “En las montañas de la locura” de Lovecraft, 60 páginillas llevo, me encuentro por enésima vez en mi vida con el famoso “Necronomicón”. ¿Qué coño es eso, se preguntarán algunos de ustedes?, harto de hacerme esa misma pregunta busco alguna pista al respecto y aprendo que esa obra fue escrita por un tal Abdul Alhazred, apodado ‘El árabe loco’; peeeero… siguiendo el hilo de la investigación resulta ser que ese libro no es más que un rollo ficticio que surgió de la enfermiza e imaginativa mente del propio H.P. Lovecraft, sin embargo el Necronomicón está presente en lugares inimaginables de nuestra vida común: series de TV (Los Simpson), pelis de cine (Polanski, Del Toro, Raimi…), discos de heavy metal (Iron Maiden), etc, etc…

Digámoslo así: ¿Desde una base irreal puede crearse un algo tangible e imperecedero?, la respuesta es: Sí.-

martes, 1 de julio de 2014

Dios jugando a los dados

“Mitch se puso en pie y se situó a espaldas del hijo de Kenny. El niño seguía con el juego, indiferente a la discusión que se desarrollaba en torno a él, con los ojos miopes pegados a la enorme pantalla y moviendo de un lado para otro el joystick analógico. Mitch contempló un momento el juego, tratando de adivinar su sentido. Era difícil entender bien lo que pasaba. Parecía consistir en que Michael dirigiese a un comando espacial armado hasta los dientes a través de una ciudad subterránea. De cuando en cuando una interminable variedad de criaturas de horrible aspecto aparecían por una puerta, salían del ascensor o caían por un agujero del techo con intención de matar al protagonista. En ese momento estallaba un feroz tiroteo. Mitch miraba el pulgar de Michael, que pulsaba furiosamente un botón en la parte superior del joystick, para activar un lanzallamas de flujo continuo en forma de sierra mecánica que despanzurraba a las criaturas a medida que iban apareciendo y esparcía sus restos por todos los rincones de la pantalla. Los dibujos eran soberbios, pensó Mitch. Las heridas causadas a las criaturas eran de un realismo extremo. Incluso demasiado realistas para su gusto: grandes fragmentos de intestinos se proyectaban contra la pantalla y luego desaparecían lentamente dejando anchos rastros de sangre. Cogió la caja que contenía el CD-ROM y leyó el título. El juego se llamaba Fuga de la fortaleza. Había otros juegos igualmente violentos en una bolsa que el chico tenía a los pies. Juicio final II. En el último momento. Intruso. En total, valdrían doscientos o trescientos dólares. Mitch se preguntó si serían adecuados para un niño de la edad de Michael. Se volvió. Probablemente, no era asunto suyo.”

El infierno digital
Philip Kerr