lunes, 8 de diciembre de 2014

El dictador caribeño


“Para aquellos a los que les faltan los dos segundos obligatorios de historia dominicana: Trujillo, uno de los dictadores más infames del siglo XX, gobernó la República Dominicana entre 1930 y 1961 con una brutalidad despiadada e implacable. Mulato con ojos de cerdo, sádico, corpulento: se blanqueaba la piel, llevaba zapatos de plataforma, y le encantaban los sombreros al estilo de Napoleón. Trujillo (conocido también como El Jefe, El Cuatrero Fracasado y Fuckface) llegó a controlar casi todos los aspectos de la política, la vida cultural, social, y económica de la RD mediante una mezcla potente (y muy conocida) de violencia, intimidación, masacre, violación, asimilación, y terror; así llegó a disponer del país como si fuera una colonia y él su amo. A primera vista, parecía el prototipo del caudillo latinoamericano, pero sus poderes eran tan fatales que pocos historiadores o escritores los han percibido, y me atrevo a decir que ni siquiera han imaginado. Era nuestro Sauron, nuestro Arawn, nuestro propio Darkseid, nuestro dictador para siempre, un personaje tan extraño, tan estrafalario, tan perverso, tan terrible que ni siquiera un escritor de ciencia ficción habría podido inventarlo. Famoso por haber cambiado TODOS LOS NOMBRES A TODOS LOS SITIOS HISTÓRICOS de la República Dominicana para honrarse a sí mismo (El Pico Duarte se convirtió en Pico Trujillo y Santo Domingo de Guzmán, la primera y más antigua ciudad del Nuevo Mundo, se convirtió en Ciudad Trujillo); por monopolizar con descaro todo el patrimonio nacional (convirtiéndose de repente en uno de los hombres más ricos de todo el planeta); por armar uno de las mayores ejércitos del hemisferio (por amor de Dios, el tipo tenía bombarderos); por echarse a cada mujer atractiva que le diera la gana, incluso las esposas de sus subalternos, millares y millares y millares de mujeres; por tener la expectativa -¡no, por insistir!- en la veneración absoluta de su pueblo (significativamente, la consigna nacional era ‘Dios y Trujillo’); por dirigir el país como si fuera un campo de entrenamiento de la Marina norteamericana; por quitar a amigos y aliados de sus puestos y arrebatarles las propiedades sin razón alguna; y por sus capacidades casi sobrenaturales.
Entre sus logros excepcionales se cuentan: el genocidio de 1937 de los haitianos y la comunidad haitiano-dominicana; mantener una de las dictaduras más largas y dañinas del Hemisferio Occidental con el apoyo de Estados Unidos (y si hay algo en que los latinos somos expertos es en tolerar dictadores respaldados por los Estados Unidos, así que no hay duda que esta fue una victoria ganada con el sudor de la frente, y de la que los chilenos y los argentinos todavía se quejan); la creación de la primera cleptocracia moderna (Trujillo fue Mobutu antes de que Mobutu fuera Mobutu); el soborno sistemático de senadores estadounidenses y, por último, la unión de los dominicanos en una nación moderna (hizo lo que no pudieron hacer los entrenadores de las fuerzas militares americanas durante la ocupación.)”

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Actualmente leyendo “La maravillosa vida breve de Óscar Wao” de Junot Díaz, me encuentro con esta nota a pie de página cuando el autor nombra a Trujillo así como de pasada, y uno toma esta lección de historia con gran satisfacción a la vez que agradece sobremanera esta ‘pequeña explicación’ sobre quién fue realmente ese elemento de la fotografía. Siempre me gustaron las notas a pie de página en los libros porque todas ellas llevan incluidas, paralelamente al desarrollo de la historia que se nos cuenta, una información adicional realmente excepcional. Transitando por la página 100 de la novela ya me han salido 13 de ellas, a cual más interesante, sobre este país. ¡Gracias, Junot!