miércoles, 24 de septiembre de 2014

Soñar despierta – Patti Smith


Siempre imaginé que escribiría un libro, aunque fuera corto, que me transportaría a un reino que no podría ser medido, ni siquiera recordado.
Imaginaba un montón de cosas. Que brillaba. Que era buena. Que vivía sin sombrero sobre una cima dando vueltas a una rueda que hacia girar la tierra y que invisible entre las nubes tenía alguna influencia, era de alguna utilidad.
Curiosos deseos como plumas en el aire que aligeraban los miembros de una niña melancólica y de piernas flacas apenas capaz de impedir que sus tobillos desaparecieran engullidos por zapatones.
Tenía todos los calcetines deformados, tal vez porque los solía  llenar de canicas. Los llenaba de ágatas y de aceros y me marchaba. Era lo que se me daba bien y podía ganarle a cualquiera de por allí.
Por la noche vaciaba el botín sobre la cama y las frotaba con una gamuza. Las clasificaba por colores, según el orden de mérito, y ellas se ordenaban solas, pequeños planetas brillantes, cada una con su historia, su propio deseo de oro. Nunca tuve la sensación de que la habilidad de ganar vinera de mí. Siempre pensé que estaba en el objeto. Una pieza mágica que cobraba vida cuando yo la tocaba. Así, encontraba magia en todo,  como si toda la naturaleza llevara la marca de un espíritu fantástico.
Había que tener cuidado, había que ser prudente. Porque algún enterado podía atrapar algo en la distancia y traerlo cerca.
Y el viento atrapaba los bordes de la tela que cubría la ventana. Ahí, me ponía en vigilia, alerta hacia lo pequeño, que, a través de un ojo abierto, fácilmente se convertía en monstruoso y bello.
Miraba, calibraba y en un instante, desaparecía –planeador- aleteando de campo en campo, inconsciente de mis torpes brazos, de mis deformados calcetines.
Me marchaba y nadie se enteraba. Porque para todos, yo seguía entre ellos, sobre mi camita, absorta en juegos infantiles.

Poesía, Patti Smith

Fotografía: “Patti en el andén del metro de Lexinghton Avenue”- Gerard Malanga (1971)