“México, con cierta timidez, le llama a la calle de Dolores su barrio
chino. Un barrio de una sola calle de casas viejas, con un pobre callejón
ansioso de misterios. Hay algunas tiendas olorosas a Cantón y Fukien, algunos
restaurantes. Pero todo sin el color, las luces y banderolas, las linternas y
el ambiente que se ve en otros barrios chinos, como el de San Francisco o el de
Manila. Más que un barrio chino, da el aspecto de una calle vieja donde han
anclado algunos chinos, huérfanos de dragones imperiales, de recetas milenarias
y de misterios.
Filiberto García se detuvo en la esquina de Dolores y Artículo 123. En la
cuarta casa, la del chino Pedro Yuan, estarían jugando al póker, ese eterno
póker silencioso y terrible. En los cuartos de arriba algunos chinos viejos estarían
fumando opio. Ese negocio lo manejaba Chen Fong, solo Dios sabía para quién,
pero no podía dejar mucho dinero, porque los fumadores cada día eran más viejos
y más pobres. Capaz y los tienen allí de caridad, como hay monjitas que tienen
a viejos y lisiados.”
El complot mongol
Rafael Bernal