“Los veranos intensos inundados de sol sólo se encuentran en las novelas o
en el cine. Lo que existe en realidad son los modestos domingos del ciudadano
común, ese que pasa su siesta sobre la sección política de los diarios,
envuelto en el olor del humo de los cañones… Termos con tapas magnéticas y
latas de zumo de frutas… Botes de alquiler a 150 yenes la hora, al final de una
larga cola, y las burbujas color plomo traídas a la orilla por los peces
muertos… Y luego, para acabar, los trenes atestados que se desintegran de
cansancio… Todos conocen esta realidad, pero rehúsan ser catalogados como
tontos y se dedican a pintar pacientemente ese festival ficticio en la tela
gris de sus vidas. Padres infelices, sin afeitar, sacudiendo a sus quejosos
niños y tratando de hacerles decir que fue un domingo maravilloso: pequeñas
escenas que todos han visto en un rincón del tren… Los patéticos celos y la
impaciencia de algunos ante la felicidad de los otros.”
La mujer de la arena
Kôbô Abe
· Imagen: Adaptación cinematográfica de “Suna no onna” (La mujer de la
arena) – Hiroshi Teshigahara (1964)