Montgomery
(Alabama), 1 de diciembre de 1955
El
chofer de un autobús público de línea se gira cabreado hacia atrás, recogiendo
su panza sebosa hacia dentro para salvar el escollo del volante, se atusa el
pelo grasiento y sacándose el raído mondadientes que cuelga de su boca,
interpela a la negra que ocupa un asiento privilegiado del vehículo propiedad
de la empresa que le abona religiosamente la nómina a final de mes,
conminándola a que se levante y se retire hacia la perrera de la parte trasera
por la sencilla razón de que ha entrado un blanco en su cacharro y, como manda
la ley, hay que levantar el culo, dejar el asiento calentito, y cederlo a
cualquier miembro de la ‘raza superior’…
La
señora, que se llama Rosa Parks (1913-2005), desafía al conductor y se niega en
rotundo. Estamos ante el bautismo o nacimiento real de los derechos civiles de
cualquier persona en los ‘modernos’ EE.UU. El humanoide uniformado que conduce
trasmite el correspondiente parte de incidencias y la alborotadora es sacada a
rastras en lo próxima parada y encarcelada en prisión, se le acusa, ahí es
nada, de perturbar el orden establecido. Encabezando las protestas por esta acción
injustificada hace su aparición en escena un negrazo, de nombre Martin Luther
King, y la cosa revoltosa se empieza boicoteando a la compañía de autobuses, lo cual tras un
intenso tira y afloja donde los negros dejan de subirse a sus guaguas, y por lo
tanto de producir la mayoría de los ingresos económicos de la compañía y por ende
del gobierno que la patrocina, esta y este recapacitan y cambian (un año
después, 1956) sus códigos de valor en cuanto a normas de segregación social;
no solo en el estado de Alabama sino en todo el poderoso imperio norteamericano.
A
veces ganan los buenos… Don’t forget it!