martes, 8 de octubre de 2013

Lüdicke


Nótese en el sumario que hay dos notas, para nada discordantes, al principio y al final de este sublime testamento literario, la primera firmada por los herederos del autor (Carolina López, su viuda, en representación de Alexandra Bolaño y Lautaro Bolaño, sus hijos), en ella se especifica la voluntad del autor en lo referente a su publicación fraccionada en cinco novelas individuales –que una vez leída puedo afirmar que bien podrían haber volado en solitario- con una periodicidad de una por año incluyendo el precio a discutir con Jorge Herralde, editor de Anagrama, ¿Qué pretendía Bolaño con esta estrategia comercial? La respuesta está clara: consciente de que había parido algo muy grande, asegurar la economía de sus vástagos y evitar así, cuanto menos, que tuvieran que laborar en toda esa clase de trabajos de mierda que tuvo que aceptar él mismo para sobrevivir. La segunda nota a esta primera edición en un solo tomo –decisión consensuada entre todos los implicados, celebrada también por todos sus lectores pienso yo, ya que en el fondo así le hubiera gustado a Roberto si la parca no le hubiera venido a buscar antes de tiempo- la firma Ignacio Echevarría (amigo del alma que se encargaba de todos sus asuntos literarios) y se encuentra justo al final de la novela, y de esos apuntes fraternales sólo desvelaré su mera existencia ya que me parecen imprescindibles para entender muchas de las cosas que en ella acontecen. Dicho esto, vamos presto con el resto…

El tomo unificado en una sola novela cargado al lomo del portador bien podría pesar 2666 gramos distribuidos en 1128 páginas (este es un apunte mío que no tiene nada que ver con el secreto aún vigente entre los incondicionales de Bolaño sobre el título numérico) que se soportan con la levedad de todo aquello que proporciona el indescriptible placer de la Literatura Superior nivel C de Clásico Inmortal; páginas prodigiosamente centralizadas en torno a la figura de un misterioso escritor alemán, Beno von Archimboldi, de las que no sobra ninguna (imposible escapar a la fascinación que ya produce la obertura y, así continuar pleno de goce lector hasta un cierre milenario tan abierto que posiblemente finalizará en ese lejano año 2666, cuando esta obra quede colocada en el lugar que le correspondería en la Historia de la Literatura)… muy al contrario, incluso podríamos llegar a echar en falta un epílogo final que todavía engarzase, engranase, mejor los diferentes actos de esta inabarcable, irresistible, obra coral donde cada uno de los memorables personajes que aparecen en ella, no demasiados, los suficientes como para no perderles el rastro en ningún momento, dispone de su capítulo de gloria y donde el genio y la figura de Archimboldi ejerce de supremo maestro de ceremonias… escondido del mundo, refugiado en su memoria, año tras año, permanentemente en la sombra.

Según lo comentado con anterioridad, la novela consta de cinco partes (además del meteorológico que ya te digo yo que pronostica grandes borrascas mentales, viento huracanado, y verás como el nuevo día de retomar la lectura –veintitantos en mi caso- no te hará presagiar grandes cambios… el tiempo lo cura casi todo); estas son: ‘La parte de los críticos’, ‘La parte de Amalfitano’, ‘La parte de Fate’, ‘La parte de los crímenes’ y ‘La parte de Archimboldi’; para ello recomendaría introducirse en el universo Bolaño leyendo con anterioridad esa otra magnífica novela que es “Los detectives salvajes”, solo así uno acumulará el suficiente bagaje de la experiencia necesaria para que no se le escape ninguna de las múltiples pistas literarias que aquí aparecen, aunque quede claro que esto no es absolutamente necesario ya que esta novela tiene la suficiente pulsión vital como para arrastrarte más allá del Infierno – cuya capital es Santa Teresa o Ciudad Juárez que igual te suena más- por sí misma; pero no está de más advertirte que vas a volver a ver tu imagen reflejada en el espejismo de Sonora (México) y que alguno de las parajes por los que vas a transitar, de crudeza extrema, podrían herirte la sensibilidad de manera irreparable y hasta límites insospechados. Otros lugares (Londres, París, Madrid, Turín, Nueva York…) te proporcionarán un soplo de aire urbano, impresionante el contraste entre los dos continentes por cierto, antes de volver a ese “Oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento” parafraseando un verso de Baudelaire que el maestro Bolaño (del que aprovecho para mencionar “La universidad desconocida” por si alguien quiere conocer su estupenda faceta poética) utiliza como puerta de entrada a esta impresionante, inolvidable OBRA MAESTRA. La parte del lector la pones tú, aconsejo una media lectiva de, pongamos 50 páginas diarias, para mantener ese ritmo narrativo tan potente que los personajes que la habitan te piden a gritos. Cuestión de encontrar el tiempo adecuado y el espacio suficiente para afrontarla, que la disfrutes pues.-