lunes, 29 de julio de 2013

Ona


Pequeño homenaje para Ona Carbonell, 23 años, igual he perdido la cuenta pero creo que son tres medallas de plata y cuatro de bronce las que ha ganado en los Campeonatos del Mundo de Natación que se están celebrando estos días en Barcelona. El botín sube a siete metales ¿no?, a las que hay que sumar otras dos de las gordas, plata y bronce, que conquistó en las pasadas Olimpiadas de Londres 2012, entre otras preseas anteriores que venía ganando y que, me van a disculpar, pero ya no soy capaz de contabilizar. Próxima estación: Río de Janeiro 2016.

De paso comentar que la cosa se ha visto en casa por Teledeporte, una cadena que respeta el ejercicio de las nadadoras y el oído musical del telespectador, para después comentar la jugada, como Neptuno manda, en las repeticiones. Sintiéndolo mucho por TV·3 y la insoportable Anna Tarrés, cotorra fichada para la ocasión que no para de hablar y destrozar tanto el ejercicio como el espectáculo televisivo con su verborrea pedantorra de entendida en la materia. ¡Anda y vete a la playa con un detector de metales a lamerles los nomeolvides a los chulopiscinas de turno!

Viene de la gimnasia rítmica, otro deporte que me encanta (pedazo friki estoy hecho) y eso se le nota a la hora de danzar en el agua cual cadenciosa sirena de rabia y miel.

¡camarONA!
¡campeONA!
¡barcelONA!
¡guapetONA!

domingo, 28 de julio de 2013

Perecrópolis


La metrópolis es París, los personajes son los habitantes de uno de esos antiguos inmuebles que resisten al paso del tiempo durante varias generaciones y al que Perec, por arte de su magia descriptiva, entre otros grandes aciertos en su estilo literario, hace volar de un plumazo (rasga con el filo de su pluma) toda la fachada frontal para que el lector se lo pase en grande ejercitando su recalcitrante sentido de la curiosidad, cual voyeur capaz de registrar en la retina cada uno de los memorables instantes que acontecen en ese centro neurálgico, campo de operaciones minado a percebes supersticiosos, que es el edificio de localización de esta obra maestra. Perec, que desde 1969 a 1978 pulió a su antojo este diamante en bruto, o perecer en el intento, esa es la gran cuestión que siempre debería perseguir un escritor en busca del tan ansiado talento narrativo.  

Sí, podría hablar un poco más de la finca, la escalera de vecinos de la calle Simon-Crubellier, número 11. Una vez subidos y bajados hasta noventa y nueve capítulos, divididos en seis partes y un epílogo desesperado, el puto ascensor suele estar siempre averiado así que prepárate a fortalecer tus glúteos lectorales (aquí reconozco que yo lo he leído caminando en línea sobre la plataforma de letras, o sea haciendo caso omiso del avance capitular a saltos de caballo de ajedrez que parece ser que fue la forma en que fue concebido en una vuelta de tuerca experimental y creativa marca de la casa Perec); para eso te recomiendo que charles un ratito con la señora Nochère (la actual portera), o sea, prepárate para ese in crescendo que se te a-vecina. Habiendo recorrido cada una de sus estancias, pisos familiares, habitaciones de servicio, buhardillas, sótanos, o descansillos entre plantas (esos dibujitos, carteles, o datos adicionales de respiro que el autor introduce cuando menos te lo esperas…), extenuado de gozo, debería relajarme antes de seguir intentando desplumar a esta rara avis literaria; para eso voy a necesitar hablaros del arte del puzzle, ese enigmático juego sin instrucciones de uso concretas donde cada pieza por sí misma no significada nada (un muñequito, una cruz de Lorena), pero, sin embargo, dos o más de ellas unidas ya empiezan a conformar un algo, en este caso el embrión de la propuesta conjuntiva y sumamente original del autor. Llegados hasta aquí, ya debería decir que esta es una novela brutal en cuanto a estructura, ensamble de piezas, cada capítulo (cortos en su mayoría, lo que dota al libro de un ritmo espectacular) es una de ellas y saltando de aquí para allá, a caballo o a pie a gusto del consumidor, el rompecabezas de la historia va tomando cuerpo… y alma. En principio, no hay argumento definido, eso seguro, e intuyes que no tendremos un final al uso (¿instrucciones para ello?, que venga un paleto metafísico y me lo cuente…), pero sorpresa: ¡va el bueno de Georges y lo borda con el cierre! ¡Buah!

Sí, también podría comentar algo acerca de los personajes, de los actuales moradores conozco bastante bien a Bartlebooth y a su fiel escudero Smautf (secundario primario aunque viva en una buhardilla del ático), me lo presentó Valene (que además le dio clases de pintura al óleo), por mediación de él también contacté con Winckler (el grandioso constructor de puzzles); también me gusta charlar especialmente con los Rorschash, el doctor Dinterville, Gratiolet, Breidel, Reol, Hutting, Berger, Morellet, Marcia, Louvet, Plassaert, la señora Orlowska, Véra Beaumont, con los Marquiseaux o con los Foulerot y los Foureau (¡no me líes con los apellidos, George!); la verdad es que puedes pasar un rato muy agradable con cada uno de ellos, y todavía hay más, porque, en otro gran acierto del autor, llegamos a conocer hasta a los antiguos inquilinos de esos apartamentos actuales (presente, 1975) mediante un sinfín de historias asociadas que se confabulan entre sí formando una grandiosa odisea a través de una parte muy importante de la historia de los siglos XIX y XX, la primera referencia se puede encontrar en 1833 con el nacimiento de James Sherwood (impresionante su particular testamento histórico), aunque también se nos invita a escarbar en las raíces ancestrales de la Historia más lejana de la humanidad, esa sí con mayúscula… y todo esto desde una escalera de vecinos ‘sin fachada frontal’, sin lágrimas que nos impidan ver las estrellas que diría el indio aquel, así como suena. ¿Difícil de imaginar?, claro, claro, espera y de veras que lo verás, Nicolás…

La novela consta de 574 páginas o escalones, además del imprescindible mapa de la comunidad –por estancias- que ayuda a situar los personajes, un trabajadísimo índice de los innumerables nombres que aparecen en la novela -38 páginas-, una más que acertada lista de referencias cronológicas -11 páginas-, notas imprescindibles para conocer de primera mano a la sociedad francesa a segundo pie de página, y un último apéndice de las memorables historias, muchísimas, que aparecen en el libro, por si te apetece repescarlas.
La minimalista construcción de esta novela obliga a Perec a observar todo desde un plano horizontal, nada se le escapa, todo lo capta mirando de frente al entorno que lo rodea y así lo describe(desde una alfombra raída del 3ºIzquierda hasta el incesable gorgoteo rugiente en las cañerías del WC en el 4ºDerecha, pongamos por caso) de una manera tan enfermiza que consigue que no pierdas ni un solo detalle de esta lectura infinita decimal que coloca ese nivel de mercurio, que con tanto esmero busca un lector perfeccionista, en su rayita precisa: la que te abraza con mimo cuando tienes fiebre literaria. Asimismo no estaría de más reseñar que en todo momento se utiliza la tercera persona, para poder así hacer mella vertical en esa boca abierta de la segunda persona del individuo singular que disfrutará devorando este producto de gran magnitud: Tú mismo.-

domingo, 21 de julio de 2013

Japonismo


DONDE: Caixaforum – Centro Social y Cultural
CUANDO: Del 14 de junio al 15 de septiembre de 2013
DIRECCIÓN: Av. Frances Ferrer i Guàrdia, 6-8 – Barcelona
CÓMO LLEGAR: Metro Plaça Espanya – Linea 1
TELEFONO: 93.476.86.00
HORARIO: Todos los días de 10.00 a 20.00 horas
(sábados y domingos hasta las 21.00 horas)
PRECIO: Gratis para clientes de La Caixa, 4 € para el resto de la tropa.

Siempre me ha fascinado el arte japonés, pero antes que a mí ya llegó esa poderosa influencia a Occidente (no demasiado pronto, mediados del siglo XIX, una vez abiertos los puertos de Japón al exterior en 1860…); Europa andaba con su modernidad artística y la llegada de esa imaginación poética y una visión diferente de entender lo bello y lo triste de la vida, hicieron que todo un mundo mestizo de nuevas ideas, formas y colores, brotara con fuerza desde la segunda mitad del siglo XIX hasta principios del XX. Llegó y aquí se quedó ese flipefluído inspirador para siempre. Por los pasillos te puedes encontrar pululando, con sus obras desparramadas por las galerías, a gente como Dalí, Picasso, Rusiñol, Machado, Miró, Nonell… y a los clásicos japoneses. De eso va la exposición.
Más de 300 piezas, cuadros, escrituras, obras de arte en general (algunas inéditas hasta hoy) son las que aquí se pueden disfrutar, las que intercambiamos con los japos y las que se crearon inspirados por ellos; mientras allí a cambio les enviamos, hace 400 años, a una serie de misioneros durante el periodo namban a ver si colaba el abrazo a la fe de los que, en teoría, dominaban el mundo por entonces. Claro, supongo que ellos este intercambio se lo tomaron de otra manera…
La estética entre estos dos mundos opuestos parece distante, pero también lo son las estrellas en el firmamento y no por eso dejan de seguir brillando sobre la noche de los incultos vinculados a la única razón de seguir evolucionando.
Sí, creo que deberíamos continuar aprendiendo unos de otros, fundir Oriente y Occidente y crear una nueva palabra, yo que sé, por ejemplo Creciente.-

domingo, 14 de julio de 2013

¡Pobre de mí!


Continúo viendo, escuchando, leyendo, a peña criticar el rollo San Fermín.
¡Venga ya, hombre, con tanta gilipollez en defensa de las buenas costumbres!
Pamplona es esto… o no será nada.-

 Foto: Pedro Armestre (A Rasela, cerca de Verín – Ourense, 1972)

domingo, 7 de julio de 2013

Stripart 2013



DONDE: Centre Civic Guinardó
DIRECCIÓN: Ronda Guinardó 113-141, 08041 – Barcelona
CUANDO: Del 6 al 19 de Julio 2013
CÓMO: Metro Linea 4 - Guinardó
TELÉFONO: 93.450.39.87
PRECIO: Gratuito
WEB: www.stripart.cat
HORARIOS: Consultar

 
Esto es una muestra cultural de arte joven, con esta llevan 18 ediciones dando caña (vaya que ya son mayores de edad, je!) para demostrar a quién se atreva a comprobarlo que estos chavales (antes los de los barrios de Horta y Guinardó, ahora extensible al resto de gente joven de la ciudad), son auténticos creadores emergentes y están lo suficientemente preparados para dar a conocer su obra y crear arte en sus muy diferentes formas y estilos, pero siempre en ese estado tan puro del que se presenta en sociedad. Lo hacen porque les gusta y eso se nota, ahí andan pululando junto a sus creaciones por sí quieres comentarlas en directo con ellos; si te gusta a ti o no como que no importa… así debe ser.

Sin ánimo de enrollarme y, para no destripar demasiado lo que el visitante pueda encontrar allí, casi mejor que recomendar fervorosamente la visita virgen y que cada cual lo flipe a su manera. Se adentra uno en las instalaciones de esta especie de masía reconvertida en centro social subiendo una rampa para peatones de Tour que hay a la salida del metro (aunque nosotros fuimos andando, como siempre, desde nuestro barrio), giramos a la derecha y ya nos topamos con la barra metálica de Estrella (esos grifos de los que mana interminable el zumo de cebada escanciado en vaso de plástico, a 1.5 euros la birrita, tampoco le vamos a dar oportunidad a que se caliente antes de ir a por la siguiente…); y nos sentamos en una de esas mesas con vistas espectaculares de las que dispone el recinto, abajo en primera instancia el campo de furbo del Martinenc (ya de vacaciones, claro), y al fondo la ciudad a tus pies… hasta fundir la mirada con el horizonte del mar.


De entrada, de manera OBLIGATORIA, hay que visitar la exposición, dos plantas muy bien acondicionadas (con varios lavabos para meones sin rastro de leones) que albergan un sinfín de historias diferentes (pintura, escultura, fotografía, literatura, cortometrajes, cómic, etc….), vale mucho la pena, a partir de ahí, salida de la muestra, que cada uno se lo monte a su manera. En los jardines adyacentes se han instalado una serie de escenarios, hasta cuatro si no conté mal, donde te puedes encontrar de todo (danza moderna, teatro, actuaciones musicales…) y un público mestizo de edad indefinida, muchos niños y abuelos entre el respetable, de lo más majo, que eso también es importante.  ¿Ya he dicho que todo es gratuito?, ah sí. Para pasar una mañana cultureta, una tarde de paseo urbano, o una tarde-noche, esa fue nuestra elección, llena de… artísticas sorpresas.

Felicitar a los organizadores desde aquí y animarles a que continúen dando difusión a este tipo de eventos, desvestir al arte es un goce al que pocas cosas pueden equipararse, y en el fondo eso es lo que nos vamos a llevar… puesto.-

miércoles, 3 de julio de 2013

La luna en la claraboya


Se rumorea que el entonces jovencito Cormac McCarthy envió el manuscrito de este, su debut literario, a la editorial Random House y que así lo hizo porque era la única que hasta entonces conocía; allí estuvo dando vueltas por los despachos hasta que llegó a manos de un avispado personaje, Albert Erskine, que fue un editor, mediador de escritores podría decirse, entre cuyas plumas representadas se encontraba la de William Faulkner hasta el año de su muerte; ¿Qué vio el lince Erskine en el manuscrito del primerizo autor en ciernes?, supongo que lo mismo que un servidor: talento para algunos de los recursos utilizados (las descripciones del entorno natural y las metáforas utilizadas son prodigiosas) y un cierto parecido, aunque seguramente involuntario, con la prosa del susodicho Faulkner. Grandiosos mimbres para confeccionar una cesta rebosante de letras, puede que no perfectamente redondeada pero, sin ninguna duda, capaz de almacenar sabrosas historias en su interior... y dulces melocotones, y ácidas manzanas, y sabrosas cerezas como las que crecen salvajes en este vergel. Aquí quiero mencionar al tío Ather, junto a su inseparable perro Scout, auténtico guardián privilegiado entre el elenco humano que habita la zona, oteando desde su atalaya (una cabaña en la mitad elevada de ninguna parte) todo lo que sucede a su alrededor. Oye, ve, calla y sigue acumulando experiencias a sus 90 años, batallitas de las colinas que el lector agradece escuchar al calor de esas estufas de leña permanentemente encendidas que aparecen en la novela. Un personaje realmente entrañable.
Se dice que el hoy aclamado Cormac McCarthy llevó una vida errante de vagabundo en su juventud, no me extrañaría nada que eso fuera cierto a tenor de la composición que recrea del personaje de Marion Sylder, ese homeless con nombre de mujer y apellido de outlaw, que además se dedica a traficar con whisky en sus ratos libres conduciendo un pequeño y desastrado coche deportivo en cuyo maletero saca a pasear el dorado brebaje de condado en condado vendiendo tragos al gollete al mejor postor.
Se sabe a ciencia cierta que el hoy consagrado Cormac McCarthy nació en Providence (Rhode Island) en 1933 pero cuatro años después, 1937, lo trasladaron a Knoxville (Tennessee) y es justo aquí donde transcurre toda la acción de la novela, al igual que la infancia y la adolescencia del autor, lo cual hace suponer que el personaje de John Wesley Rattner (un chaval de catorce años con aires de Tom Sawyer) tiene algún que otro rasgo autobiográfico de su creador, a tenor de lo bien que se describen algunos de las pasos, y tumbos, que el chico va dando para situarse en la vida o relacionarse con las demás personas que habitan esa ‘pequeña hondonada sureña’. En la actualidad Knoxville es la tercera ciudad más grande del estado de Tennessee, por detrás de Menphis y Nashville, pero antes era otra cosa más pequeñita con su orgullo local correspondiente (atención a las referencias a los negros), dicho esto aprovecho para comentar que la acción discurre en el Interbellum comprendido entre las dos grandes guerras mundiales (1919-1939).

Invierno, frío, mucha humedad, lluvia incesante, días que no hacen presagiar grandes cambios… aunque espera, puede que sí. Agua, piedra, río. Niebla, nieve. El olor de la tierra mojada. Sol y polvo (en el viento). Animales que pululan a sus anchas por toda la narración (gatos monteses y de los otros, serpientes sin cascabel, perros, halcones, buitres, ranas toro, visones, conejos... y cerdos vestidos de uniforme); frutas silvestres y frutos secos. Café bien fuerte y refrescos de cola. Botas de agua y botas de cowboy. Tabaco de liar y tabaco de mascar. Árboles cuyas ramas se enredan en el hilo argumental, ¿un poquito demasiado lianas liantes? Sensaciones que conforman, que definen a ese otro, último personaje omnipresente, el único femenino de la función, que no es otro que la Madre Naturaleza.  Acontecen muchas cosas, nada importa tanto como disfrutar de su presencia y gozar de todo cuanto aquí nos ofrece.

Escrita con ritmo pausado y minucioso (muy lejos de los focos apresurados de escritor precipitado con que, en mi opinión, transitó ‘La carretera’, por cierto y curiosamente muy presente aquí también, ambas cunetas del vergel y la cinta negra asfaltada a la tierra que atraviesa el oasis natural dejando su impronta de navajazo alquitranado…), y con algún recurso que crea cierta confusión, esos fragmentos escritos en cursiva que vienen a ser flashbacks que no acaban de aclarar el ‘que fue antes’ de conocer a los personajes, la novela construye una interesante radiografía de estos cuatro mundos divergentes, aunque cercanos en su fraternidad, y sus cosas, sus costumbres, sus maneras de consumir esa vida que les ha tocado vivir. Una novela a la antigua usanza, con algún toque innovador que puede hacerla dura de roer a cierto tipo de lector, y  que a su vez supone una interesante alternativa al devenir (imagino) futuro del resto de su obra. De esta primera novela a la última carretera publicada existe una distancia diferencial tan abismal como ese barranco desde donde Ather observa a sus conciudadanos moverse como hormigas negras bajo cielos grises, atormentadas en busca de refugio. Un claro ejemplo, a falta de conocer su trayectoria intermedia, de escritor acomodado a los tiempos que corren, que no siempre… han de ser los mejores. En todo caso, a pesar de esa distancia narrativa que la 3ª persona impone a los personajes (y que evita una implicación más profunda del autor hacia sus criaturas), me parece una novela bien manufacturada aunque mal estructurada. En todo caso, curiosa, se me antoja, para entender su trayectoria literaria posterior. Reivindicable para fans de este misterioso autor y para degustadores de oscuras rarezas norteamericanas… del sur.-

lunes, 1 de julio de 2013

Diálogo en perspectiva

 
-Eres una chica retro.
-¿Qué quieres decir, espejito?
 
-Obnubilas mi visor.
-¿Siempre miras hacia atrás?
 
-No me interesa demasiado el futuro
-¿Y qué me dices del presente?
 
-Embellece este preciso instante.
-La distancia distorsiona tú mirada.
 
-¿Ya no hay más preguntas?
-No, tu acabas de formular la última.
 
-Veo que además eres una chica previsora.
-Retrovisora… ¡que vale por dos!
 
Fotografía: Kate Moss by Mario Testino