sábado, 30 de marzo de 2013

Bala perdida


De jovencito ya era malote y lo expulsaron de todos y cada uno de los colegios en que lo inscribieron sus padres, por lo visto no tuvieron más remedio que internarlo por incorregible hasta la mayoría edad en una institución antifieras de Florida. Coincidiendo con la segunda guerra mundial, supongo que se veía venir tras una juventud tan movida; se enroló con los marines y se fue a pegar tiros por ahí hasta que fue herido en el nervio ciático y enviado de vuelta a casa como saldo no apto para seguir contando batallitas. Poco tiempo después, cambia de chip y se reinventa currando de fontanero en Woodstock (NY), hasta que un día, mientras se marcaba una chapuza con el desagüe de los lavabos en el teatro municipal, le propusieron sustituir a un actor que no se había presentado a los ensayos. Marvin lo tuvo claro, se acabaron las tuberías atascadas de mierda y los grifos que no cierran del todo bien…

LEE MARVIN (1924-1987)

Hacía tiempo que no lo veía asomar por alguna película, pero el otro día volví a disfrutar a lo grande con ese estupendo western político y social, eterno, noble y crepuscular, todo un clásico del género sin ninguna duda, que es “El hombre que mató a Liberty Valance” – John Ford (1962), donde interpreta al fiambre, bueno a uno de ellos... Tan duro el tipo que hicieron falta un par de hombres buenos, muy buenos, como Ransom Stoddard (James Stewart) y Tom Doniphon (John Wayne) para sellarle con plomo su pasaporte al infierno.-

martes, 26 de marzo de 2013

Murakami Express

Con “Después del terremoto” (2000) ya en mi poder y en lista de espera para próxima lectura hoy me apetece confeccionar aquí un ranking de esos tan gilipollescos, tabla clasificatoria lógicamente muy personal, sobre la obra de este genial escritor hasta la fecha. Conste este post en acta y así pueda editarlo un servidor tantas veces como le plazca, según el poso que el recuerdo del goce pasado de sus lecturas vaya dejando en su atrofiado cerebro con el transcurrir del tiempo capitular. Literatura, esa enfermedad contagiosa…


· 1. “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo” - (1995)
· 2. “Kafka en la orilla” – (2002)
· 3. “El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas” - (1985)
· 4. "Escucha la canción del viento y Pinball 1973" - (1979-1980)
· 5. “La caza del carnero salvaje” – (1982)
· 6. “Al sur de la frontera, al oeste del sol” – (1992)
· 7. "Underground" - (1997-1998)
· 8. "De qué hablo cuando hablo de correr" - (2007)
· 9. “Tokio blues” – (1987)
·10. “Sputnik, mi amor” – (1999)
·11. "Sauce ciego, mujer dormida" - (1979-2005)
·12. “After dark” – (2004)
·13. “1Q84” – (2009)
·14. "Después del terremoto" - (2000)
·15. “Baila, baila, baila” – (1988)

• No editados en estos pagos: “Oye cantar al viento” - (1979) y “Pinball 1973” – (1980)

lunes, 25 de marzo de 2013

Tierra y Libertad


Sería interesante resaltar brevemente la interminable historia que supuso la publicación de esta novela de Orwell tanto en su país, Inglaterra, como en el país al que retrata desde las entrañas o trincheras de su experiencia vital, España, antes de abordar la impresión que me ha causado esta lectura largamente pospuesta en el tiempo por un motivo tan claro y rotundo como inconcebible en cualquier sociedad moderna: la censura literaria. En el seno de la futura reina británica (1926 nace ella, 1938 la novela), God shave the Queen y afeite el mostacho de George, le costó la ruptura con su editor (un tal Golancz) bajo la manida y, muy actual etiqueta, de ‘políticamente incorrecto’ para fichar posteriormente por un equipo menor pero libertario (Secker & Walburg, a quiénes posteriormente les regaló, con dos cartuchos, Mil novecientos ochenta y cuatro); mientras que en España la publicó, salvajemente mutilada por decreto ley del ministerio de información, la editorial Ariel en catalán y castellano en su edición de 1970, que es la que ha prevalecido hasta¡2003!, sólo la entrada al siglo XXI y la conmemoración del centenario Orwell han podido rescatar del olvido la versión original del texto.

Periodismo literario en estado puro, Orwell oye de cerca los estruendos de las granadas defectuosas, observa con sus propios ojos a la muerte disfrazada de (R)evolución e intenta callar pocas cosas de las que suceden a su alrededor y asimismo a muchas bocas que tergiversan la historia desde la prensa (Inter)Nacional. Se nos alista en el cuartel Lenin de Barcelona en la primera línea del texto, aprovechando así para dejar clara su posición antifascista y marchando a luchar en primera línea del lado republicano en el frente de Aragón; vuelve al meollo condal, ya en la pág.112, con ese estigma sin escrúpulos que representa la experiencia marcada en el careto del que ha padecido el juego suicída de la falta de armamento aprovechable para salvar el pellejo, además de la crudeza del hambre: aquellas ratas como gatos y piojos como sanguijuelas, que merman la condición física de un hombre cualquiera hasta extremos inimaginables, grabada en el ánima de la retina; rapiñando hebras de tabaco y hembras de estraperlo (el amor en forma de esposa residiendo fielmente a su lado durante la contienda en el hotel Continental de la parte alta de las Ramblas; baja paseando un poquito más y piérdete en las callejuelas portuarias, George…). Es entonces cuando asistimos a la rabiosa transformación de una ciudad, de un tiempo y de un país, perdida en su revoltijo de porrón mestizo más que de botijo dictador, varada entre mares de siglas (POUM, PSUC, CNT,…), que lucha hasta la extenuación por una causa común entre ambos bandos, confusos y extasiados de áspero dolor: ¡Que acabe todo esto de una puñetera vez!

Eric Blair (el nombre real que se esconde bajo el eterno pseudónimo de George Orwell) regresó a casa con la impagable experiencia vivida y el proyecto futuro de mantener una conciencia saneada; además del recuerdo de una bala perdida que le atravesó el cuello dejándolo sin apenas voz hasta el final de sus días que lamentablemente sólo duraron cuarenta y seis años. Dejó así de asquearse ante la burocracia administrativa de las ventanillas, dando fe de vida donde asomaba el crepúsculo fallido de las fronteras europeas; y así fue como quiso contarlo a sus lectores, mediante la escritura de sus impresiones personales sobre lo que realmente sucedía en España, centrándose en cómo eran los españoles de entonces, los catalanes, los ciudadanos cualesquiera de una guerra común, hermana, humana y hasta puede que al final hubiera hallado la solución: aunque dejándola para… ¡mañana!.-

domingo, 24 de marzo de 2013

Bicéfalos planos



Paco I: ¡Tú sí que te lo has montado bien!
Benito XVI: Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino…
Paco I: Petrino ¿Qué es lo que es?
Benito XVI: Bueno, eso es lo que me dijeron que dijera…
Paco I: ¿Quién? ¿El hippy?
Benito XVI: No que va, donde dije digo… fue Diego
Paco I: ¡Claro, que pelotudo soy! ¡Grande Maradona!

sábado, 23 de marzo de 2013

Oink!


Curiosa fábula novelada la que perpetró la Srta. Darrieussecq en su debut como autora, corría el año 1996 del siglo pasado y por lo visto representó por aquel entonces todo un fenómeno literario en su Francia natal. El refrito de homenajes a escritores inmortales se percibe ya desde la primera página de una novela sumamente cortita (146 pág.) aunque de una densidad trepidante en el desarrollo de su trama, siempre narrada en 1ª persona, donde en ausencia de diálogos son las peripecias y reflexiones interiores de la protagonista (esa dependienta de perfumería tan choni) las que completan todo el desarrollo de la acción, y acaban encerrando al lector en una claustrofóbica pocilga de sentimientos encontrados. La kafkiana metamorfosis en cerda (con las marranadas inherentes a su nueva condición animal) de la protagonista o en hombre lobo de su novio Yvan (rodando por los bares del boulevard y los márgenes del Sena); arrancan más de una sonrisa cómplice, aderezada con sarcasmo freak, por aquello de que la moza despierta un día, como en su tiempo lo hizo Gregorio Samsa, y empieza a percibir el tono rosado de su piel, engorda a marchas forzadas, le salen nuevas ubres para amamantar, se le transforma la napia y le sale ese rabillo rizado en tirabuzón por encima de un culo donde entran una y otra vez, como en la boca oscura de una estación de metro en hora punta, todos los poderosos de la ciudad (París futurista, caótico en su decadencia). Orwell también podría sumarse al festín por aquello de la rebelión granjera del tercio final y por el fallido análisis político del totalitarismo presente en ‘1984’ que pretende emular la autora. Me cuesta más encontrar las influencias literarias que se describen en la sinopsis hacia autores como Nabokov, Beckett, Sade o Rabelais, casi nada…

Más de un futuro lector podría sorprenderse ante el estudio de mercadotecnia que pretende hacer la autora sobre las condiciones laborales de la mujer en la sociedad moderna, entrar en esa perfumería pestilente donde lo que ocurre más allá de las cortinas rojas que separan el mostrador de cosméticos de la trastienda del sarao empresarial podría herir la susceptibilidad de toda aquella mujer digna y trabajadora; felicidades para el día de mañana y mucho ánimo ante el maltrato que sufrís por parte del lobo disfrazado con piel de carnero que pueda ser vuestro jefe en la actualidad. La injusticia divina queda bien reflejada (mejor en la edición de Anagrama que he leído yo) en esa estupenda ilustración de portada: ‘Pornokratés’, Félicien Rops, 1878.

Una novela original, a la que no se le niega el valor de pretender serlo, sobre el universo urbano de una gran ciudad, en este caso esa que siempre nos quedará en la memoria cuando todo lo demás estalle en mil pedazos (el pasaje que acontece en el Pont Neuf me parece de lo mejorcito de la novela), con cierto sentido del humor negro (no demasiado despiadado, ni incisivo, en situaciones que lo clamaban a gritos), y una prosa ágil y directa aunque carente de fuerza narrativa e incluso repetitiva en algunos tics de estilo (esa coletilla de ‘Por así decirlo’ que pronuncia la mujer cerda hasta la extenuación ha conseguido sacarme de quicio); todo ello conforma un pastiche que pretende ser rompedor y se queda a las puertas de la insurrección con el cóctel molotov en la mano escondida… y detenida por la Policía del Pensamiento. Recomendado a misóginos recalcitrantes (digna de análisis la autoflagelación de la autora en una novela escrita por una mujer) y amantes de la zoofilia en sus distintas versiones; y francamente desaconsejada para… repartidores de pizza.-