sábado, 27 de octubre de 2012

The Gift


Este corto dirigido por un tal Carl E. Rinsch en 2010, que dicen que ha sido bendecido secretamente por el mismísimo Ridley Scott (que a su vez lo debió flipar tanto como yo cuando lo he descubierto), fue realizado como un simple encargo para la compañía Phillips, no se si lo utilizaron en alguna campaña para vender televisores o fue otro tipo de historieta publicitaria para descubrir jóvenes realizadores, en todo caso vale la pena echarle un vistazo. Trepidante y sumamente espectacular en su brevedad. ¡Que lo disfruten!

 

Lagartijo


Jim Morrison siempre fue el Rey Lagarto, ahora le ha salido un competidor. El tipo se llama Erik Sprague y tiene 40 años, nació en una base militar de Kentuncky, su padre es veterano de la guerra del Vietnam y su madre pues no sé (AQUÍ podéis leer una interesante entrevista donde habla de sus cosas) así que habrá que pensar que lo suyo puede ser una elección personal más que una cuestión de genes. Tiene tatuada hasta el alma, 19 años entregando su cuerpo al colega que le tatúa las escamas lagarteranas, entre otra serie de piercings y complementos varios como unos implantes subcutáneos de teflón (material más duro que el hueso) que sustituyen a las cejas y que parece ser lo que más le dolió junto a la transformación de la nariz. También se ha limado todo el morro para tener una de esas dentaduras que haría morirse de envidia a la Diana de V. Entre las cosas que me parecen más curiosas está esa lengua bífida, cuyas dos partes puede mover cada uno hacia un lado, dice Erik que le pregunten a su mujer sobre sus ventajas; aunque también he flipado con lo de sus comidas favoritas: en su tiempo de ocio a Erik le mola pasear por montañas bucólicas y ponerse hasta el culo de saltamontes e insectos varios...
El tío no esta loco, no, se sacó la carrera de filosofía con excelentes notas y mientras preparaba el doctorado le asaltó la idea de montarse un espectáculo (rollo Freak Show, imagino yo) donde hace cosas como arrastrar coches y trasladar varias cajas de cervezas, llenas y fresquitas, colgadas de unos pendientes especiales que tiene en las orejas para repartir entre el respetable que vaya a ver su función, imagino yo, además de clavarse tijeras, sacacorchos y cosas así en la nariz.
Total, que Erik ha hecho de su pasión draconiana un modo de vida. Y oye, me parece perfecto, si él es feliz pues que le aproveche…

domingo, 21 de octubre de 2012

Recuperando memoria


Los días de tormenta, climatológicamente hablando, me suele dar por hacer cosas raras. Por ejemplo, rescatar este blog del olvido después de un tiempo, supongo que, necesario de desconexión virtual. Así que pafuera telarañas, lavada la cara y recién peiná la razón de mi existencia, que se rompa el silencio en mil pedazos, que se alce el tempestuoso telón de lo que queda por decir y que fluya la palabra a su libre albedrío. Tiempo habrá de volver a ahogarse en un océano cualquiera de incomunicación…

 

La vulva sibilina


Vivir como mujer y como hombre a la vez, ese es el estigma que Cal Stephanides arrastra durante toda su existencia, la etiqueta científica que lleva tatuada en cuerpo y alma podría resumirse con una única e intransferible definición: hermafrodita; mientras que la nominación condicional, a cadena perpetua de su dualidad, con la que debe relacionarse con otros seres humanos vendría a definirse con una nomenclatura todavía más retorcida: intersexual.

Cal es el protagonista principal, aunque no el único ni mucho menos, de esta homérica odisea dividida en cuatro partes, libros 1-2-3-4 según la acertada elección de su autor, a su vez subdivididos en capítulos de una veintena-treintena de páginas aproximadamente que ejercen como intervalos o micro cortes funcionales perfectamente pensados para el avanti a buen ritmo de su lectura; y transcurre a lo largo de los ochenta años que abarca la historia de esta peculiar familia desde 1922 hasta los albores de nuestro siglo XXI.
De inicio, tras la brutal confesión de las primeras líneas donde Cal se presenta al lector: “Nací dos veces: fui niña primero, en un increíble día de niebla tóxica de Detroit, en enero de 1960; y chico después, en una sala de urgencias cerca de Petoskey, Michigan, en agosto de 1974…”, conocemos la mestiza genealogía de su árbol, empezando por las primeras ramas: Desdémona y Lefty, jovencísimos enamorados que en un futuro lejano serán los abuelos de Cal, aldeanos de una comunidad griega en Turquía que abandonan su pequeño mundo tras estallar la guerra entre estos dos países vecinos con rumbo a los Estados Unidos, a un dios desconocido rogando y con el mazo del amor dando tumbos y huyendo de las tumbas que crecen como flores salvajes en la fascinante ciudad de Esmirna, desde donde parten rumbo a lo desconocido… Arribados a puerto oportunidad, la prima Lina y su extraño marido les esperan, matrimonios coetáneos en espacios reducidos, semillas que se plantan a la misma hora… en el mismo jardín, hijas e hijos, canijos cruces de sanguin-olientes genes, esos pecados de la carne dentro del núcleo familiar, híbrida descendencia que crece en la asfixiante libertad norteamericana que no parece saber asimilar a una colonia cerrada de inmigrantes forzados a la adopción de nuevas costumbres, viejos errores de adaptación a los tiempos modernos.
Aquí dejaremos crecer a Cal, Calliope Hellen cuando vino al mundo, y que nos cuente su historia, de hecho por expreso deseo de Eugenides al concederle la primera persona en la narración de su novela; un personaje de potencia superlativa con el superpoder que otorga la supervisión del cotarro vital desde la perspectiva del conocimiento mundano, la capacidad de observación, que otorga el poseer las virtudes y defectos de ambos sexos; le daremos el pasaporte para Berlín (ciudad que conocemos a fondo, y que comparte protagonismo en la novela con otras como Detroit, ciudad natal del autor y de su protagonista) y nos prestaremos a ponernos una máscara de hipocresía dispuestos a vapulear al diferente y vilipendiar a toda su jodida saga familiar. Con el puto mazo dando, otra vez, y Eugenides rogando, apostando fuerte, por conseguir la Gran Novela Americana.

Jeffrey Eugenides es un escritor atípico, vive recluido es su pequeño mundo por decisión propia, alejado del mundanal ruido del circo literario y de la furia de los críticos que amenizan la función; y eso, nos guste o no, tenemos que respetarlo. Personalmente, me encantan las dos novelas que ha publicado hasta la fecha, o que han llegado hasta aquí, creo que no ha escrito mucho más, aunque seguro que sí pero simplemente no le apetece compartirlo. Este ‘Middlesex’ obtuvo el Premio Pulitzer, de los pocos que me inspiran confianza entre los que se otorgan en la carpa literaria mundial, en 2003 y a pesar de su extensión se lee con facilidad por lo adictivo de su prosa, en absoluto recargada del recurso fácil de los diálogos excesivos, de hecho uno de sus puntos fuertes podría ser la calidad de las descripciones tanto de personas como de hechos o lugares, eso sí, podría exigir una lectura atenta y dedicada, algo que consigue el autor desde la primera página, dada la profusión de personajes. Esto del número de páginas en los libros y la manera en que la gente suele evitar leerlos, también me sucede a mí en ocasiones, es algo que nunca ha dejado de sorprenderme, ¿Cuántas grandes obras dejaríamos de conocer por el prejuicio que supone su extensa longitud?; ahora me viene a la cabeza “El mundo según Garp” de John Irving, otro de los tochos mochos con disfraz de ‘novela rara’ pero con muchísima sustancia escondida entre la extensión de su larga historia. Una novela extrañamente moderna que bien podría convertirse en un clásico de culto en épocas más propicias al… atrevimiento intelectual.-