martes, 18 de enero de 2011

Retrato de un asesino de pájaros


Una vez concluida la guerra civil española, la acción se sitúa en 1944 y transcurre en algún recóndito pueblecito de los muchos que circundan la plana de Vic, más allá de la supervivencia del día a día entre vencedores y vencidos (que también está presente como no podía ser de otra manera), esta película se centra sobretodo en la degradación personal y colectiva que la guerra, todas ellas, ejerce entre cualquier individuo que ha tenido que soportarla y la sociedad postmoral, postética… postiza que se ha visto obligado a construir, malcriar, desarrollar, y legar a todos aquellos herederos que nacerán, a posteriori, del revolcón entre el polvo de un dictador fascista y su puta patria o lo que es lo mismo los hijos de los hijos que crecieron entonces y engendraron después el baby boom de los 60, de los que un servidor forma parte legionaria, y no vayamos a caer en el error de comentar aquello de: “hace tanto tiempo de eso…”. Solo han pasado 67 años desde entonces.
Las miserias de postguerra vistas desde los ojos de los niños, que inevitablemente marcarán sus vidas para siempre aunque no sea en ellos en quienes más secuelas deje la batalla librada por sus mayores, no son algo original de la novela de Teixidor (que no he leído pero pinta bien) o de la peli de Villaronga, antes ya lo hicieron otros con resultado sobresaliente en ambos casos: “La lengua de las mariposas” – Jose Luís Cuerda (1999) y “El laberinto del fauno” – Guillermo del Toro (2006). Esto no quiere decir que este pa negre sense tomaquet sea inferior a las citadas, de hecho las supera en cosas que mejor descubrirás cuando la veas, así que prefiero callar cuando me apunten con el fusil de la crítica y responder aquello otro de: “registren mi alma si quieren, ya solo me quedan… ideales”, solo que a mí personalmente esas otras dos películas me gustaron mucho, muchísimo...




Todo el peso de este, vamos a llamarlo melodrama de género, recae en los niños, soberbios Francesc Colomer y Marina Comas (madera de futuros actores ambos2), junto a esa madre sufridora que borda Nora Navas en un papelazo que puede reportarle muchos premios gordos, arropados por un consagrado casting de secundarios que haría las delicias de cualquier director: Roger Casamajor, Laia Marull, Eduard Fernández, Sergi López... todos ellos dirigidos por un Agustí Villaronga en estado de gracia, magníficas localizaciones exteriores, y cuyo gran acierto ha sido no introducir ningún flash back, que hubiera sido la postura fácil si tenemos en cuenta la importancia de los personajes del pasado reciente de la acción, que se intuyen pululando en cada rincón del campo de acción pero jamás se muestran en pantalla, como fantasmas que observan desde una posición privilegiada, como nosotros mismos desde nuestra segura butaca, eso sí con la bola de acero bien ajustada al tobillo para no poder escapar de la barbarie…
Irregular por momentos, cuando la fantasía amenaza con disfrazar la realidad (no es una película tan dura como debería haberlo sido, a excepción de esa impactante primera escena del caballo y la carreta), y algo acelerada en otros (la estancia en prisión de Farriol), pero en su conjunto consigue vencer al monstruo de la indiferencia, manteniéndote siempre alerta en tu trinchera de platea para no recibir un tiro por la espalda, y además tiene la rara habilidad de poner un estupendo broche final a una camisa fílmica de oscuros colores que amenazaba con deslizarse por los hombros (de los hombres) en algún momento de la función, poniendo al descubierto un corazón podrido y mostrando las vergüenzas de… cambiarse de chaqueta. Quizás no deslumbrante, pero en todo caso muy interesante ***.-