domingo, 30 de enero de 2011

· 3ª edad ·

Leyendo ayer la información internacional en La Vanguardia, tan trufada estos días de noticias referentes a la revuelta en Egipto, donde esa población tan desesperada colectivamente exige en la calle que les devuelvan un futuro en el que poder vivir con dignidad, encuentro otra triste historia real que sucede en otro país que nada tiene que ver con lo islámico, Japón, pero que no me pasa desapercibida; por increíble que puedan resultar, las cosas son y están así en el imperio del sol naciente, cuando la lunas vividas empiezan a menguar en el horizonte que les queda por vivir a los ancianos nipones.
Flipando está la policía japonesa cuando en el informe global sobre delincuencia en el 2010, las estadísticas muestran que casi dos de cada cuatro detenidos eran mayores de 65 años. En una sociedad moderna extremadamente individualista, esto vale para oriente y occidente, las nuevas generaciones se pasan por el forro la ancestral costumbre de cuidar a sus abuelos en la etapa final de sus vidas, a duras penas soportan a los padres que ya empiezan a tratarse como mayores cuando en muchos casos aún están en la plenitud de sus vidas, y la mayoría de las veces por necesidad de retroalimentarse de cariños fingidos, calores de familia, y en el mejor de los casos esperando un manojillo de dólares sin dolores emocionales por heredar en un futuro incierto.
Las personas de la tercera edad se encuentran SOLAS (¿Qué hacen los servicios sociales al respecto?), DESORIENTADAS (en un mundo de móviles, intern-ett-es y series televisivas de zombies o shows de frikis tertulianos), AISLADAS (tanto que no saben distinguir entre las facturas del gas o la luz con jeroglíficos arcanos escondidos en la viñeta de un tebeo manga, y nadie parece querer explicárselo con un poquito de paciencia)…
Huir de la soledad. Esa es la respuesta que dan cuando los interrogan en las dependencias policiales, después de robar en alguna tienda alguna cosa que este por encima de los 45 €, que es lo que se exige la autoridad de ojos rasgados (que ni ven, ni sienten) para que te enchironen por pasar necesidad, sea material o afectiva, yo que sé, un perfume caro para ellas o una botellita de caldo escocés para ellos, buscando el precio en la etiqueta para que no fallen el golpe… un ¿Porqué lo hiciste? Sería la pregunta del agente uni-formado.
Pues lo hicieron para dejar de estar solos, para sentir la emoción de seguir vivos, para resarcirse del abandono de sus familiares, y sobretodo porque NO SON TONTOS: en la cárcel tienen compañía, comida caliente, y una celda habitación con vistas al cielo enrejado, además en las prisiones los ancianos son mimados por la población reclusa mientras en el exterior todo el mundo confabula duramente contra ellos con el arma más dolorosa que existe: la indiferencia. Y encima dicen que allí vuelven a sentirse útiles, trabajan 6 horas al día en algún taller (dos horas menos que los quinquis normales), y encima tienen cuidados parecidos a los de cualquier residencia de ancianos, los que los necesiten, mientras que los que no, declaran haber encontrado un tesoro imposible en el mundo exterior: la amistad.
No queremos enterarnos a la hora de construir esta sociedad, pero algún día… también seremos mayores.-