jueves, 23 de diciembre de 2010

Mientras morimos

Más que una novela, un relato corto, que se lee de una volada o casi, perdido en la inmensidad del Más Allá, donde todo es posible, incluso reencontrarnos con las personas queridas que cierto día traspasaron la frontera de nuestro presente para perdurar en la inmortalidad, que es donde habita el espíritu de los que echamos de menos, aquí y ahora, en este preciso momento…
Aguantando estoicamente la firma de ejemplares de sus incondicionales en la Feria del Libro de Madrid, inicio y final de trayecto de la trama, Maruja sufre un “leve incidente” que la catapulta al otro Barrio, el celestial, pero siempre con mayúscula y en primera persona, donde coincide con sus grandes amigos terrenales Terenci Moix y Manolo Vázquez Montalbán, a partir de aquí todo un delirio de aventuras: El Peter Pan de Barrie y la Alícia de Carroll revolcándose sin tregua en una nube de imaginación que desprende hilitos delirantes de fantasía animada, de ayer y de hoy, alfombras voladoras confeccionadas a mano desarmada en Bagdad, repaso a grandes clásicos de la historia del cine, y encuentro con otros escritores que pululan por la eternidad: Manuel Puig, Cavafis, Capote, Miguel Hernández (que bonita esa sola frase que le dedica)… y hasta el Pérez Reverte si no recuerdo mal, entre otras circunstancias que acontecen…
Todo pasa tan deprisa que apenas nos da tiempo de disfrutar del paisaje, demasiado espacio que sobrevolar en tan poco tiempo para regocijarse en la lectura, a pesar de ese asunto contrarreloj que hay que subsanar en La Tierra: Barcelona en pocas líneas y centrada en el Barrio (el suyo, el de ellos tres, el nuestro también porque justo ahí anida el alma prodigiosa de la city), Madrid retirada en un solo parque, eso sí con un ángel delirante que haría las delicias de Buñuel, Beirut que sigue siendo una ciudad desconocida para quién no ha tenido la oportunidad de que se la presenten, y Alejandría a la mayor gloria de Terenci… que seguro que aplaudió este libro un poquito más fuerte que Manolo, por lo frivolón de algunos pasajes, aunque bien es cierto que también contiene algún momento de seria reflexión introspectiva que en palabras de la autora haría ajustarse a Manolo las gafas con un dedo mientras achinaría los ojillos para deleitarse en su hermosa contundencia, trascendencia:

“Cuando se aparenta lo que no se es, y eso es lo único que los otros creen que eres, y hasta te felicitan por serlo, te vas quedando sin gente cercana con quién compartir el tablón de naufragio”

Premio Nadal 2009, algo que aplaudimos a rabiar todos aquellos a los que nos cae de puta madre esta tía que escribe, Escritora, y que no la conocemos más allá (hostia! Repito término y lo pongo en minúscula!) de su faceta pública pero que nos desprende un calor tan cercano. Personalmente no creo que sea su mejor novela, que además me da a mí que aún está por llegar, pero seguro que es la que necesitaba hacer en ese momento, con una animosidad o sentimiento de orfandad concreto y muy personal, que comparte a cuentagotas con el lector, lo cual se le agradece, y todo aderezado con un arriesgado sentido del humor que provoca media sonrisa irónica, elocuente, auténtica.-