sábado, 2 de octubre de 2010

Honestidad


Uno nunca puede decir que se conoce a sí mismo del todo bien, salvo que una circunstancia extrema ponga a prueba sus defensas contra la cara más dolorosa de la vida, un ser querido danzando con una enfermedad terminal por ejemplo, entonces es cuando el corazón aflora sentimientos que la mente intenta procesar, el estómago digerir, los huesos sostener y los músculos aguantar. En ese preciso y eterno momento de estar ahí, a su lado, es cuando sintiéndote jodidamente vivo intentas que esa persona que pronto será pasado en tu futuro, afronte su partida con dignidad, aceptando la cruda realidad con un atisbo de valor, sin miedo a nada porque siempre queda alguien en quien confiar; incluso dándole al asunto una pincelada de humor, para que el cuadro final que se exhiba a posteriori en el museo de tu recuerdo tenga tantos matices como gratos momentos compartiste en su presencia, aunque se vayan difuminando progresivamente los coloretes de sus mejillas, que pronto serán ausencia.
El argumento de esta novela es bien sencillo pero contiene todo un mundo de sensaciones por descubrir en su interior: Helen es una escritora de sesenta y pocos años, una mujer moderna e independiente con un carácter muy especial, que prepara su cuarto de invitados para recibir a una amiga de las de verdad, esas admirables amistades femeninas que perduran durante décadas... Nicola, tan autosuficiente y liberal como ella, que viene a pasar tres semanas instalada en su casa, mientras se somete a un tratamiento contra su grave enfermedad. Vamos a pasar con ellas estos veintiún días, con sus consiguientes e interminables noches, mientras unos pocos personajes secundarios (tan ajustadas sus apariciones en escena que apenas podemos rozarles o cogerles de la mano en confianza) nos insuflan un poquito de brisa mundana.
Últimamente la vida me está enseñando (agradezco mucho a Helen su lección también) como tratar a las personas con necesidades afectivas extremas, ya sean mayores, jóvenes o de mediana edad, cuidando hasta el extremo cualquier detalle que pueda brindarles un momento de felicidad, a la vez que me retroalimenta con unas experiencias tan enriquecedoras que uno hasta se avergüenza de que le paguen por ello (aunque lo que realmente me enoja es como funciona el sistema ante estas carencias sociales, pero eso ya es otra historia…); intentando siempre hacerlo un poquito mejor, buscando el sentido real de la palabra empatía, mientras se intenta arrancarle una sonrisa al destino, encauzando el bienestar de quién lo necesite hacia un sendero inexplorado y burlando en una esquina cualquiera del presente a esa estampa negra con guadaña que quizás llegó demasiado pronto a nuestro encuentro, y marchó indignada con el plantón rabioso de la amante despechada…
Este libro es ante todo un ejercicio de autoconocimiento para cualquier lector, un didáctico manual de supervivencia ante el dolor, que a la vez resulta tan divertido y conmovedor que parece increíble que pueda tratar un tema tan espinoso con tanta nitidez que hasta el espejo del alma se parte en mil pedazos cuando la auténtica verdad de una extraña culpa se refleja en su frágil cuerpo de cristal.-