lunes, 13 de septiembre de 2010

Metralla en los ojos


Este es un libro de aquellos capaz de transportarte a episodios desconocidos de nuestra historia reciente, aunque creamos que la posguerra civil española aconteció hace siglos por esa insana manía que tenemos de enterrar en el olvido todo aquello que duele recordar; pero si te montas en la máquina del tiempo y te das un garbeo por el periodo comprendido entre 1939 y 1942, verás que el cuentakilómetros solo te indica 68 años hasta hoy; y ahora que empezamos a contar las generaciones por siglos deberíamos ser conscientes de que no ha transcurrido tanto tiempo desde aquellas historias reales que contaban nuestros abuelos con formato de batallita mientras mamá les reprochaba que nos obligaran a tomar la apetitosa sopa de la experiencia.
Siempre con la voz baja y pausada del que daría su vida por los nietos-ideales pero nunca por la patria, mirando a hurtadillas a ambos lados por si venían los malos y reclinando la espalda en cualquier pared para protegerse de los cobardes que atacan por detrás. Porque siempre da miedo que alguien sepa que sabes de lo que hablas, que tienes información valiosa escondida tras la dignidad de la careta asignada, que puedes ser capaz de hablar con la propiedad que siempre da la verdad en tiempos revueltos, que siempre son, ayer y hoy, de… silencio.
Este es un libro subdividido en cuatro historias, donde el autor consigue ponerte la gallina de piel, una la robas si puedes de algún corral mientras observas como se te eriza la otra al filo de una madrugada helada e incierta de supervivencia. Brillante, la manera que tiene Alberto Méndez de cohesionarlas en un solo mundo de ausencia cruel con un ejercicio de estilo diferente para cada uno de los protagonistas de su cuarteto narrador: Un capitán del ejército franquista, un poeta adolescente, un preso en la cárcel de Porlier que habla con el idioma de los muertos, y un siervo de dios que te va a enseñar de una puta vez como las gastaba el fascismo apostólico de los vencedores… por si tu abuelo quiso saltarse este capítulo para no herir tu inocente sensibilidad. Tremendo.-