martes, 10 de agosto de 2010

Si yo tuviera una escoba


• “Me enamoré de una bruja”
• Título original: “Bell, book and candle”
• Año: 1958 – Duración: 106 min.
• Director: Richard Quine
• País: EE.UU.

Nueva York, víspera de Navidad, cae incesante la nieve sobre el asfalto, preciosas fotografías de la gran manzana cubierta por el manto blanco que forma el agua condensada en hielo. Ya tenemos el frío.
Plano de apertura de esta divertidísima comedia romántica, un género que a mí se me suele atragantar salvo excepciones, como la que nos ocupa.
Jimmy, el solterón de siempre con nuevos registros adaptados al personaje de sesudo editor literario que interpreta aquí, entra en la tienda de antigüedades que regenta la señorita Kim junto a su gato siamés, que además de jefe de la chica ejerce un peso muy importante como protagonista de la historia, pedazo papelón el del bicho, miau! A primera vista, surge entre ellos una de esas químicas especiales capaces de hacer que te creas cualquier cosa. Ya tenemos el calor.
Fundidos ambos elementos en un tibio y ajustado río de metraje, donde no falta ni sobra nada, la peli transcurre placidamente por el irónico valle del amor verdadero, el único que existe no nos vamos a engañar, entre dos personas (James Stewart & Kim Novak) condenadas a entenderse para huir de la exasperante soledad que las buenas almas suelen pagar como tributo existencial cuando no se sienten reflejadas en la mirada de la persona adecuada. Una serie de personajes observa desde una prudente distancia como se construye este nido sentimental, tremendos roba-escenas de la talla de Jack Lemmon (el hermano de Kim que toca bongos y timbales con su banda de jazz cabaretero en un club subterráneo de entrada restringida en Manhattan, llamado “Zodiac”, donde se reúnen toda una serie de brujo-as modernos que se queman en su hoguera privada de whisky e incienso flotante de incontables cigarrillos), Elsa Lanchester (La novia de Frankenstein transformada por arte de magia en la tía metementodo, vecinita de arriba para controlarla, de Kim), Ernie Kovacs (un actor al que ahora mismo no recuerdo de nada que aquí interpreta a un esotérico escritor mexicano, algo más que aficionado a la botella..), además de otra serie de actores secundarios que realzan en conjunto un casting de campanillas.


Kim Novak muestra una belleza sensual tan fría como la nieve del principio y tan caliente y acogedora como las almohadillas, delanteras y traseras, de un gato arisco dormido en un sofá entre cojines de seda, que solo se deja acariciar… por ti… al final. Esos atuendos imposibles en rojo y negro, los anárquicos colores de las brujas malas, vistiendo el aura de sus ojos misteriosos, y desfilando en pantalla con tanta elegancia, son algo más que un hechizo de moda pasajera. Son pasarela a la posteridad.

*Rescatada del infierno televisivo, una extraña tarde veraniega de 2010.-