Asir la presa al vuelo, vacilar, y volver a acurrucarse en la metálica silla mientras vuelves a levantar el codo brindando con el muro de enfrente, tiene su qué. Y más, si no lo ha inmortalizado nadie.
Vamos a dar un paseo, la calle me llama, aquella terraza de hastío, de vuelta quizá… Un café con hielo, otro más sí, para empezar. Y el puto estribillo de una canción desesperada.-