martes, 25 de mayo de 2010

Salmón ahumado


Confieso que cuesta entrar en este disco, pero si sigues a Bunbury te das cuenta de que es imprescindible en su trayectoria, y sobre todo de que cada vez que lo escuchas te gusta más. Recién enterrado el silencio en la posteridad, Enrique se cortó el pelo y se soltó la coleta de artista tras una breve temporada en el exilio de Marruecos, donde se refugió huyendo de los flashes, para debutar en solitario reinventándose en un gurú del rock, experimentando con la electrónica, el glam y la psicodelia.

En el filo del riesgo, Radical Sonora se marca varias cabriolas en el precipicio del atrevimiento musical para después caer de pie sin flexionar las rodillas ante la industria. De hecho las instrucciones de uso en el libreto interno del disco son explícitas y no inducen a error en cuanto a su comercialidad: “Líese un buen canuto de hachís, escúchese a un volumen muy alto, muy a oscuras, y preferiblemente cuando se esté muy solo”.
Por supuesto, hay otras maneras de sentirlo, ¿o debo repetirme y decir escucharlo?-