viernes, 14 de mayo de 2010

Entre palma y palma, el orgullo va palmando

Como forma de pedir perdón a su público por lo borde que ha sido a veces con ellos, y a la vez agradecerles todo lo que han hecho por él, Bunbury compuso esta canción expiatoria que puede extrapolarse a cualquier circunstancia en que nosotros mismos nos hemos enfadado con algún ser querido, porque si te sientes mal con alguien del que puede haberte distanciado una tontería, nimiedad al cubo en cabeza cuadrada, te das cuenta que si te duele el desencuentro es sencillamente porque esa persona te importa, la quieres en una de las múltiples formas de amar que existen, y no estás dispuesto a enterrarla en el recuerdo.
Existen otras versiones de esta canción con más calidad de sonido e imagen, pero a mí me gusta esta en especial, por lo que representó en su momento que Enrique aceptara el bolo de participar en esta iniciativa de Radio 3, cuya principal motivación es la de apoyar los duros inicios de bandas jóvenes de la música española y servirles como plataforma de presentación, de forma desinteresada y en medio de su siempre apretadísima agenda de ruta, de escenario en escenario, infatigable viajero, de país en país, en busca de conocimiento que es de lo que se trata esto del vivir.
Todo el huracán ambulante, esa impresionante banda del Freak Show algunos de cuyos miembros todavía le siguen en su peregrinaje musical, hizo acto de presencia para acompañarle. Desde el dum-dum-dum frenético del bajo que toca Del Morán (nacido en Cleveland, Ohio –USA-, único “extranjero” de la formación) y que a mí me recuerda al latido alterado de un corazón herido, hasta su íntimo Copi (teclista reconvertido en palmero para la ocasión), pasando por Ramón Gacías (uno de los mejores baterías que he tenido ocasión de ver en directo), la percusión de Luismi Romero o la potente guitarra, contenida aquí, de Rafa “Mariachi” Domínguez, Pancho J. Iñigo y su inconfundible trompeta fronteriza en tantas y tantas canciones, y como no, mención especialísima para el cautivador violín de Ana Belén Estaje, estupenda interpretación, que puede lucirse aquí con su instrumento preferido, y siempre como corista en la sombra cuando no lo toca.
La crítica especializada de este bendito país jamás le perdonó a Bunbury haber salido de la nada, con muchísimo esfuerzo y sin que ellos lo detectaran, en algún momento de los lejanos años 80 en una ciudad olvidada de los circuitos habituales de la movida madrileña o la alternativa barcelonesa, donde no llegaban los tentáculos de sus presuntos conocimientos musicales, como es Zaragoza, nunca se le perdonó que se negara a formar parte del circo de las revistillas musicales de la época o las radiofórmulas 1; ni tampoco que siempre protegiera su imagen privada de cualquier virus que pudiera entorpecer su camino hacia la posteridad ( A quién pueda interesar conocer su historia más íntima, y con su propia autorización, recomiendo este “Lo demás es silencio” – Pep Blay, que estoy acabando de devorar más que leer, muy bien escrito, para mi sorpresa, por cierto…). Una legión de seguidores que lo siguen desde las sombras, desde hace un cuarto de siglo y en cualquiera de los rincones del vasto mundo donde alguna vez sonó su inconfundible voz, algunos que se retiraron en alguna esquina del camino del exceso, otros que se incorporan en alguna etapa de este viaje infinito hacia ninguna parte que se reinventa constantemente, se encargan de contrarrestar a esas fuerzas detractoras e incluso perdonarles su falta de ecuanimidad… y elegancia.-


(Me han quitado el video, búsquelo usted mismo en Youtube...)