lunes, 3 de mayo de 2010

Domesticando a Electro

Abrió la escotilla de la nueva lavadora comprada para la ocasión y rescató de su interior el libro de instrucciones, una rápida ojeada al mar de letras escritas en diferentes idiomas antes de buscarle acomodo en su prestigiosa librería, un incunable más, cuyo delgado lomo acarrearía cantidades ingentes de polvo, amarillearía con tiempo el gris de sus hojas de papel reciclable y finalmente acabaría olvidado en su nicho privado, esperando la llegada de vecinas incorporaciones a su cementerio de las letras. Sección S-Siemens, Piso 4º. Tumba-16.
Introdujo dos besugos en el interior del tambor circular de hojalata inoxidable, un limón partido por la mitad, seis tomates cherry, cuatro huevos, un pimiento entero y media cebolla picada. Abrió el compartimento superior izquierdo, subdividido en dos recipientes, y añadió un puñado de sal detergente en el interior de uno, y un buen chorro de aceite suavizante, oro líquido, en el otro. Cerró el transparente ojo de buey, escogió un programa corto de 30 minutos en caliente, aplicó la opción máxima de centrifugado 1200 rpm, y puso en marcha el aparato. A los hombres se les conquista por el estómago le dijo su abuela Paloma alguna vez, y esta noche vendría él, ese invitado especial que había esperado durante toda su vida…
Natalie era una chica moderna, trabajaba de freelance para una importante empresa relacionada con el mundo de la moda, y a pesar de que pronto cumpliría los 40 sentía como el aliento del deseo masculino mordía el rastro tuneado que dejaba su estela al pasear por la calle o en cualquier otro lugar por donde se moviera. Carne del cañón más obsceno en la retorcida artillería del macho alfa.

Electro, pseudónimo del conocido comunicador Elías López, era el nuevo presentador de moda, en sus treintaitantos había sido contratado por una importante cadena privada de TV y le habían proporcionado un programa de cotilleos varios en horario de máxima audiencia, de esos donde aparecen personajes tan sumamente importantes que no les conocen ni en su casa, androides humanos diseñados para triunfar en un mundo de locos que no podría subsistir sin su ración diaria de falsa apariencia. Certeza del barril más espumoso en la deslucida competición amañada de la hembra beta-nia.


- Delicioso manjar, Natty, creo que jamás comí algo tan exquisito
- Seré sincera contigo Ely, es la primera vez que cocino algo para alguien…
- Haces que me llene de orgullo, creo que podría llegar a enamorarme de ti
- He esperado tanto tiempo este momento…
- Dejemos que la luna que brilla ahí arriba nos sirva su dulce postre…
- Sí, amor, puedes quedarte a dormir esta noche y todas las demás…

A duermevela consumida y sin apenas cera derretida en el horno de su vientre, despertó en un rincón de la cama, estiró el brazo buscando consuelo y encontró el sin calor del frío nido vacío. Ramitas de amargura entre los pliegues de las sabanas, entre las arrugas desmaquilladas de su incrédula cara. – Bueno – pensó – el se lo pierde. Mientras hacía añicos una escueta nota que había dejado Electro sobre la mesita de noche: “Lo siento pero tengo miedo al compromiso. Gracias por la cena”.-