viernes, 30 de abril de 2010

Banderas de nuestros váteres

En Francia están indignados porque la Fnac ha organizado un concurso de fotos políticamente incorrectas y en la ganadora aparece un hombre, de espaldas, con los pantalones en los tobillos y limpiándose el trasero con una bandera francesa. El ministro del Interior se ha reunido con el presidente de la Fnac para pedirle explicaciones y, tras el encuentro, ha recalcado que la bandera ha sufrido "un ultraje inaceptable" y que "los valores y los símbolos de la República deben respetarse en todas partes y por todos". Igualmente indignada, la ministra de Justicia ha anunciado que estudia qué acciones jurídicas tomar para que al culpable le caiga un buen puro. Conceptualmente, la foto ganadora es impecable. Si buscaban la imagen más incorrecta, no hay duda de que, siendo un concurso a nivel francés, la ganadora se lleva la palma. Pero ya se sabe que es tarea de las autoridades no tolerar salidas de tono. También se pusieron como las cabras cuando Serge Gainsbourg grabó en 1978 una versión reggae de La marsellesa. Era una burla afiladísima del himno francés –uno de los más bellos del mundo, por otra parte– que le acarreó amenazas de muerte por parte de la derecha. Burlarse de los símbolos trae a menudo problemas. En Estados Unidos, desde finales del siglo XIX hay leyes que prohíben que la bandera sea denigrada en público, y eso incluye desde quemarla, pisotearla o escupir en ella hasta su uso vulgarizante, en comercios y marcas de empresas. A principios de los setenta detuvieron a un adolescente de Massachusetts porque tenía un roto en el culo de los pantalones y para arreglarlo le zurció una bandera pequeña. Burlarse de las banderas está en la testosterona de buena parte de la juventud y de las estrellas del rock. En una ocasión, Ozzy Osbourne tiró huevos podridos a una Union Jack. Del cantante de Iron Maiden, Bruce Dickinson, se dice que una noche quemó en Belfast una bandera de Irlanda y que en otra, en Suiza, usó la italiana como papel higiénico, igual que el señor de la foto de la Fnac con la francesa. A diferencia de los rockeros, a los que los escándalos les sirven de promoción, los políticos acostumbran a ir con pies de plomo al referirse a banderas que consideran enemigas. Con alguna excepción. Hará cosa de doce años, Umberto Bossi, el líder de la Liga Norte, dijo en un mitin que, él, la bandera italiana la usaba para limpiarse el culo. Exactamente dijo: "Io il tricolore lo uso per pulirmi il culo". Lo sentenciaron a un año y pico de cárcel, aunque al final pagó una multa de tres mil euros y listos. Ese es el destino de las banderas: la gloria o la vejación, una dualidad ante la que es mejor aplicar el principio de Walter Spompinato, que reza así: "Tanto como homenajees a bombo y platillo a una bandera, tanto la ultrajarán otros; por eso, si no quieres verla denigrada, ríndele homenaje con discreción y, a poder ser, en privado". 

Autor: Quim Monzó Fuente: La Vanguardia