lunes, 22 de marzo de 2010

El spray de medianoche

El otro día leía un reportaje referente a este artista callejero británico de graffiti del que nadie sabe nada o casi nada, ya que a la vez que oculta su imagen privada de todos los medios de comunicación (póngase ustedes en la situación del mozo con la prensa sensacionalista british); bajo el disfraz anarco-punk del que algunos han hecho bandera multicolor más allá del rojo y negro original que simboliza este movimiento, resulta que trabaja a sueldo con organizaciones como Greenpeace, manda huevos que les pase la bandeja a estos, o empresas tan “deslumbrantes” como Puma o MTV. Además pinta sus cuadros particulares, que supongo yo que vende a iluminados de la cultura pop tirando a pijines de postal, en la casa de subastas Sotheby´s por sumas que van desde las 25.000 a las 50.000 libras esterlinas, que no es moco de pavo…
Actualmente todas las grandes ciudades de la vieja Europa, especialmente Londres, cuentan en alguna de sus paredes con la firma personal de Banksy en forma de arte callejero, le da igual que sea una zona céntrica o un polígono industrial del extrarradio, cuando al amparo de las estrellas, con nocturnidad y avemaría, sale de su escondrijo portando una vieja bolsa de deportes cargada de aerosoles dispuesto a que las calles expresen de propia voz el lamento de la cultura alternativa.
A mí señores, que quieren que les diga, me gustan los graffitis cuando están bien hechos e incluso pienso que alegran la vista a los ciudadanos que pasean por la exposición permanente de las aceras en su Metrópolis particular, otra cosa son los que se dedican a ensuciar las paredes con la misma des-gracia de su inspiración. En el fondo esto es un poco como la decoración de nuestros refugios hipotecados, garabatos los justos, que no sobrecarguen el ambiente acogedor, pero eso si, con la satisfacción del que ha sabido encontrar la formula adecuada a sus necesidades. Alquimia del buen gusto.-