Y es que Chet Baker no solo era uno de los mejores trompetistas de todos los tiempos, además sabía cantar como pocos modulando su voz de terciopelo e impregnándola de una melancolía sublime. El amigo americano, que adoraba Europa, no sabía leer partituras musicales, sin embargo tenía un gran oído para memorizar melodías inmortales que adaptaba siempre a su gusto, cosas de genios…Con una fotografía espectacular en blanco y negro que firma un tal Jeff Preiss y una banda sonora inmensa que llena de magia las dos horas de metraje, la película es un autorretrato contado en primera persona por el propio genio en sus últimos días de vida, una entrevista inmensa donde el propio Weber ejecuta las preguntas, y por donde pasan infinidad de documentos, fotografías, declaraciones de sus tres esposas y otras mujeres que pasaron por su vida (impagables las declaraciones de la jazzwoman Ruth Young), además de sus hijos, amigos, compañeros de escenario…
Todos tienen una opinión sobre Chet, pero solo él parece conocerse a sí mismo de verdad, libre y vulnerable como el pájaro exótico que siempre fue, el mundo tan solo le parecía una puta jaula grande de la que escapó una oscura noche arrojándose por la ventana de su hotel en Amsterdam, quedaban pocos días para su estreno en el festival de Cannes; acabado el visionado de este excelente documento todos acabamos conociéndolo un poco mejor, si quedara algún cabo suelto sobre la historia de este Señor de la Música las delicadas notas de su inseparable trompeta acabarán de contarnos el resto.-