lunes, 7 de diciembre de 2009

Narcisos de ultratumba

Esta semana nos ha dejado Paul Naschy, alter ego del actor, director y guionista español Jacinto Molina. Posiblemente una de las figuras de culto más reconocidas por los fieles seguidores del cine fantástico y de terror, desde los años sesenta-setenta del siglo pasado hasta que le duró la cuerda. Desde su debut en aquella inolvidable “La noche de Walpurgis”, que tuve la suerte de ver hace muchoooo tiempo, hasta el final de sus días en que, por lo que he visto por ahí, colaboraba asiduamente con gente joven que quería dedicarse al cine desde la perspectiva de este genero, tan bajo de presupuesto y tan alto en cuanto a calidad imaginativa, sobrevolando más allá de los nubarrones de censura...
En Sitges ya reconocieron su trabajo como merecía, espero que en la próxima gala de los Goya, la monstruosa ministra de Inkultura González Sinde (Uhhh, como me quites el blog por Decreto Ley, voy a maldecirte apareciendo en tus tenebrosas pesadillas disfrazado de Waldemar Daninsky, que si por no la sabe usted señora ministra, fue el nombre que figuraba en el DNI del hombre lobo que interpretó Naschy en innumerables cintas de terror, serie B, de Bueno, claro…).
Con más de un centenar de películas a sus espaldas, era admirado por grandes directores de la talla de Spielberg o Tarantino, pero a pesar de todo fue muy poco reconocido por el mundo del cine en general, y las frikirecaudaciones de taquilla de sus pelis en particular. Supongo que le daba un poco igual; el amigo Jacinto era científico y arquitecto, además de levantar pesas en sus ratos libres, y lo dejó todo por la pasión que le suscitaba el mundo oscuro del terror reflejado en las cintas de celuloide. Siempre agradeció que los que le querían le colocasen la etiqueta de “El Lon Chaney del cine español”, el nunca dijo nada al respecto, solo siguió trabajando… por amor al arte.
Es un honor para mí, enterrarlo en este cementerio, aunque se perfectamente que no descansará en paz, y se levantará por las noches a juguetear con las entradas y los perfiles de los comentaristas que se dejan caer por estos siniestros parajes. Permiso concedido para campar a sus anchas, claro.-