jueves, 17 de septiembre de 2009

Wender´s Hotel

Los hoteles siempre me han parecido algo más que casas de hospedaje, si normalmente cada domicilio particular ya es un mundo en sus cuatro paredes, un hotel es como un macrosistema estelar (de una a cinco estrellitas como las pelis) donde tras la puerta de cada habitación suceden las historias más rocambolescas que uno pueda imaginar, lo sé de primera mano porque trabajé durante un estrambótico año en uno de ellos, necesitaba pasta fresca y además del sueldecillo también me compensaba la brutalidad de los horarios con las propinas de los inquilinos; hacía un poquito de todo, desde chapurrear idiomas en recepción hasta trapichear con maletones peleando con ascensores y carritos como el botones Sacarino, pero mi puesto estaba en el Room Service, servicio de habitaciones a la carta, se llama a un número y el que coge el teléfono te sube a tu suite lo que te venga en gana, así de sencillo, puedes pedir cualquier cosa como al genio de la lámpara pero dependiendo de lo insólito del deseo deberás estar dispuesto a abonarle al Sr.Lobo el bolsillo con semillas de euro, si puede ser que no sean monedas que después le pesaran los bolsillos y distorsionaran su triste figura de uniforme de frac negro, camisa blanquísima y pajarita incluida… pio pio vas cogiendo tanta experiencia recorriendo un pasillo de esos largos que solo escuchar el tono de voz al otro lado del aparato requiriendo tus servicios ya intuyes que tipo de persona te va a abrir la puerta…
Entre todo la fauna que pulula con tarjeta magnética apurando el último trago del piano bar antes de pelearse con una cama nueva, siempre me llamó la atención, además de las parejas de usuarios, furtivas o prometidas; esos seres solitarios que se recluyen en uno de estos establece-cimientos para tratar sus asuntos particulares, que casi siempre son “serios”, pequeñas historietas que discernir sin respeto al deber… y con los gastos pagados.-