lunes, 7 de septiembre de 2009

Mitos

No, no soy nada mitómano y eso humedece muchísimo los encuentros de esta clase y me lleva a confesar que cuando entrevisto a Lauren Bacall, o a tantos otros de su envergadura, apenas levito. Les reconozco el mérito, la leyenda, entiendo su proyección y les admiro en su labor profesional, pero no levito, y así cuando finaliza su función apago y me voy, y me pierdo la ensoñación y el placer subsiguiente.L.B.- Jamás he tenido la sensación de tener que comportarme como un mito, porque un mito es algo que flota en el aire; yo no considero que un mito sea una cosa real, tangible. Un mito es fruto de la ficción en la imaginación de alguien. Los mitos tienen que ver con la fantasía, en mi modo de ver. Yo soy una persona que toca con los pies en el suelo, no me relaciono con el mundo de los mitos y no me siento halagada cuando me llaman mito porque, en primer lugar no sé como comportarme y no sé cuáles son las proyecciones de los otros, porque, como digo, un mito es un concepto etéreo, intangible. Lo importante es lo que uno hace aquí en la Tierra. Eso de los mitos y de las leyendas tiene que ver con la gente que ya no está en este mundo…, y yo todavía estoy aquí.
A pesar de hurgar en tan metafísico asunto y haciendo acto de fe confieso mi fascinación previa por Lauren Bacall, por su mirada, que te prende y te deja ahí, quieto, hechizado, totalmente desinteresado en vulgaridades como escotes o curvas. Desde su aparición en “Tener o no tener”, desde su primer encuentro con Bogart, ha compuesto un personaje cuyo innegable erotismo parte del cerebro y se estimula en el entretejido de la conversación, en la fina ironía que utiliza en cada momento.

L.B. – Yo diría, que de los dos, yo era la más difícil, la menos tratable porque en realidad no sabía nada. No sabía nada sobre estar casada, sobre llevar una casa, sobre hacer cine, sobre nada. No sabía nada de nada, estaba aprendiendo. Me comportaba como una esponja, absorbiendo y aprendiéndolo todo de forma muy rápida, y creo que en ese sentido Bogie fue muy paciente conmigo. A pesar de los dolores cada vez más intensos que tenía a medida que avanzaban las etapas de su enfermedad, él me miraba divertido, a veces con un poco de rabia e impaciencia, también. Su único defecto, lo único difícil en él es que siempre tenía razón. No sé si usted ha pasado por esta experiencia, pero da mucha rabia.
Cuando conocí a Lauren Bacall en Barcelona, a propósito de esta entrevista, ella tenía sesenta y tres años. Mantenía un gran aspecto físico. Se había creado una expectación enorme entorno a su visita, y es que el mito se hacía carne y habitaba por un par de días entre nosotros. Hablamos mucho de Bogart en la conversación de la tele.L.B.- Yo era muy joven, creo que tenía 15 años cuando vi “Casablanca” y estudiaba en la escuela secundaria. Antes de trabajar con él yo le había visto en varias películas y me parecía un actor muy bueno, pero no sentía…, no notaba grandes vibraciones al verle. Bueno, hasta entonces. Él había estado casado tres veces anteriormente y tenía veinticinco años más que yo, y a mi familia no se le pasó por la cabeza que pudiera enamorarme de una persona así. Evidentemente, se equivocaron. Nosotros no vivimos nunca nuestros papeles en el cine fuera de los rodajes. Supongo que esta es la fantasía de todo el mundo, creer que los actores son igual que los personajes de la pantalla. Pero nosotros no fuimos jamás nuestros personajes. Nos lo pasábamos muy bien, nos reíamos de todo, pero no. Él me llamaba Slim (flaca) y yo Steve a él, durante mucho tiempo…Y volvimos a la retórica de la mitomanía, palabra inventada probablemente para explicar el fenómeno creado a través de los años entorno a la figura de Humphrey Bogart tras su muerte.L.B.- Desde que murió se ha convertido en legendario, y una figura mítica, de culto. Le aseguro que en vida no se lo hubiera imaginado nunca. Bogie era un hombre muy honesto, sincero consigo mismo, y los personajes que interpretaba eran muy lineales, nada contradictorios. Era un tipo muy suyo en la pantalla y fuera de ella, y la gente se identificaba con esta imagen. Además, sus personajes no tenían edad, no envejecían, y eso tiene mucho que ver con la mitificación de que ha sido objeto.La cena con Lauren Bacall tras el programa, fue muy privada para evitar la cantidad de gente que esperaba que fuéramos al restaurante habitual y los fotógrafos. Cinco o seis comensales en un saloncito, escuchando la desbordante elocuencia de una mujer con mucha energía, con muchas ganas de seguir. Fatigaba su rapidez de reflejos, los juegos de palabras constantes, la fina ironía que había que cazar al vuelo en cada recodo de la conversación. Volvimos a la memoria de Bogart con el café y los alcoholes.L.B.- Yo, por fortuna o por desgracia, me he relacionado con hombres que beben. Bogie había dicho que nunca se fiaba de un hombre que no bebiera. Y yo estoy de acuerdo, porque un hombre que no bebe es alguien que siempre está alerta, que mantiene siempre su absoluto control, que nunca se suelta, que nunca hace nada atrevido, que no se arriesga a nada. Oiga, no me gustan los alcohólicos, no me interprete mal, pero yo soy una fervorosa creyente en el riesgo, en el hecho de tomar decisiones y arriesgarse.
Claro, que tomo riesgos, toda mi vida lo he hecho, es que no podría imaginarme la vida sin el riesgo; hay que hacer cosas que uno no ha hecho antes, si no, ¿cómo puede uno aprender de si mismo, cómo puedes aprender del mundo y de lo que te rodea si no te arriesgas, diga, cómo? No evolucionas nunca, vives una vida pequeña y estrecha, nada interesante; tu cerebro no crece y si tu cerebro no crece… tú tampoco.-

Fuente: Extracto del libro "Memorias de otros" - Àngel Casas