sábado, 18 de julio de 2009

La epidermis del agua

Existen criaturas a las que un suceso extraordinario, normalmente teñido con ribetes trágicos, vivido en la más tierna infancia transforma en personas especiales, bichos raros que abanderan la más recalcitrante soledad durante el transcurso de sus vidas, son extremistas emocionalmente y bastaría clavarles un detector de sensaciones en el alma para que dibujara cordilleras de placer por encima de la media o Everest-es invertidos de dolor por debajo de gráficas escaladas todavía no inventadas o estudiadas por profesionales del ámbito médico-psicológico.
Los números primos solo son exactamente divisibles por 1, o por ellos mismos mediante acrobático salto matemático, uno es un individuo, es el súmmum de la individualidad, y nadie puede llegar a imaginar lo complicado que es sobrellevar este estigma tatuado en la mirada, a no ser que hayas sufrido ese acontecimiento especial que te marca de por vida encerrándote en tu propia burbuja de cristal. Solos tú y tu circunstancia. Entre estos números primos siempre hay un número par que se interpone en su felicidad, tomemos por ejemplo el 17 y el 19 o el 41 y el 43, dejándose la vida entre múltiples y enrevesadas ecuaciones para eliminar de un futuro feliz la existencia del 18 y el 42. ¿Es posible esto? Tendrás que sumergirte en las heladas páginas de este maravilloso libro para descubrirlo…
Alice y Mattia son números primos, macrocosmos hermanados que se atraen y se repelen como imanes, que se unen y separan como cruces de camino, clavadas por el destino incierto del desconcierto universal; cantando a dúo dolorosas letanías de operetas modernas, van pasando por la vida encerrados en un mismo secreto que los hace iguales entre sí y distintos ante la marabunta, que ruge como viento en furia, entre sábanas de desprecio teñidas de lujuria.
Ellos se esfuerzan e intentan ser “normales”, diluirse entre la multitud estandarizada, pero nunca permanecen en su memoria esos momentos fingidos, como tampoco sobrevive en nosotros el recuerdo de personas que nunca llegamos a amar del todo, no resisten el paso del tiempo, siempre son vanos y superficiales momentos que se evaporan pronto del selectivo disco duro mental.
Paolo Giordano tiene 26 años y ha escrito uno de los mejores libros que he leído en mucho tiempo, un debut espectacular, con una sensibilidad asombrosa en la descripción de las emociones de los personajes, que me ha hecho extremadamente difícil intentar plasmar con un mínimo de delicadeza esta obra, sin cortarme en sus aristas.-