sábado, 4 de julio de 2009

El discreto encanto de la burguesía catalana

Surgida del proyecto Ópera Prima dirigido a los jóvenes talentos y patrocinado por la ESCAC ( Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalalunya), con un debut espectacular de Mar Coll una joven realizadora de tan solo 28 años llega esta estupenda película al panorama cinematográfico nacional dispuesta a hacerse un hueco a codazos en la cartelera, luchando contra tanta bazofia sin sentido que la acapara; con el estimable respaldo de los premios obtenidos en el cada vez más importante Festival de Málaga de Cine Español y el merecidísimo eco de calidad que se ha transmitido gracias al inefable boca oreja entre los espectadores de todo el país, peliculón al canto y una gratísima alegría para los que adoramos el buen cine que se hace en este país, a pesar de los pesares.
Hurgando en las entrañas de una familia acomodada catalana, de las que guardan las formas y no se atreven a romper las normas, y con el pretexto del fallecimiento del abuelo patriarca, se reúnen los cuatro hijos (Pere, Josep María, Toni y Virginia) acompañados de los respectivos nietos del finado, para pasar esas tres lunas de trámite (velatorio, entierro, misas y otras historietas postizas) y cumplir con la parafernalia hipócrita que suele acompañar estos luctuosos acontecimientos, mostrando hasta el más ínfimo detalle de esos nudos familiares que algún día deben desatarse, como tormenta de verano, para arrastrar hasta el profundo pozo de la falsedad todos los trapos sucios que no se lavaron en su momento y que apestan a fingida contradicción sentimental, enmascarados en esa frágil dicotomía amor-odio que hacen de los protagonistas portadores de pesadas losas de apariencia barata, respeto a los modales y las buenas costumbres; modernos emponzoñados en lujos de postal que beben y fuman como condenados por un delito que nunca ha prescrito.
















Rodada en catalán, y comercializada al resto del estado con subtítulos en castellano cuenta con un impresionante reparto de actores-actrices de la escena catalana que va desde el grandioso Eduard Fernández (madre mía, otra interpretación de kilates en su ya extensa colección de personajes), pasando por Ramón Fontseré, Francesc Orella o Isabel Rocatti, hasta la auténtica protagonista de la función: Nausicaa Bonnín, desde cuyos ojos que hablan se nos muestra todo este mosaico de flaquezas emocionales que componen una obra de orfebrería fina que recuerda por momentos la escuela francesa e incluso sueca, esa manera de diseccionar el pulso de los personajes desde el silencio observador de la mirada que analiza, valora, hace juicio sin prejuicio, y ejecuta su libre opinión, sin remisión.
Nausicaa da vida a Léa, un personaje riquísimo en matices, y compone una de las interpretaciones más sonadas que un servidor ha visto en mucho tiempo, apuntaros este nombre porque va a sonar con fuerza en un futuro, digamos que es una apuesta personal mía que no suelo equivocarme a la hora de cazar talentos, bautizada quedas chica, y os aconsejo fervorosamente que la veáis y grabéis en la retina todo lo que acontece en esta historia familiar, espejo en el que algunos se sentirán identificados y otros simplemente desarmados por su distorsión, exenta de perdón.-