sábado, 20 de junio de 2009

Y deja la puerta abierta al salir

Hola, me llamo Oskar y tengo 12 años, vivo en Blackeberg un suburbio de Estocolmo, mis papas se han separado y yo no entiendo bien porqué, dicen que soy un chico raro, andrógino e introvertido, en el colegio me maltratan mis compañeros, vivo con miedo en un edificio gris de cemento armado, como todos los que me rodean, afuera está nevando, lleva meses así, todo está helado y frío como la hoja del machete que guardo en mi raída chaqueta, algún día brillará el sol y refulgirá el acero. No es sed de venganza, tan solo es instinto de supervivencia. Desearía tener amigos para jugar, alguien a quien no le importe compartir sus cosas conmigo, pero todos me rechazan, dicen que no soy bueno jugando al fútbol y que leo demasiados libros, no es cierto, solo leo unos pocos y el periódico de casa cuando mamá está trabajando, podría aprender a dar patadas si me dierais una oportunidad. Anoche mientras meditaba mi confusión, paseando bajo la nieve, se me acercó una chica que se ha mudado hace unos días a vivir al barrio; es muy extraña, seria, siempre está pálida, solo sale por las noches y camina descalza sobre la superficie helada de las calles, ha tapiado los cristales del apartamento que comparte con su padre con cartones y no alcanzo a verla nunca desde mi ventana, se llama Eli y tiene 12 años como yo, lo que sucede es que me dice que hace muchos años que tiene esos 12 años, eso no debería creerlo pero algo en la profundidad de su mirada me dice que no miente; es muy educada y siempre solicita permiso para entrar a mi habitación cuando me visita de madrugada, no consigo entender como puede subir tantos pisos y sostenerse con la punta de los dedos sobre el alféizar congelado de la ventana, pero ahora que somos amigos seguro que algún día me lo explicará… Tomas Alfredson ha hecho con “Déjame entrar” una película extremadamente sutil tratándose de una cinta de terror, tan entretenida en sus 105 minutos que por momentos me ha parecido una preciosa historia de amor, esa cosa inexplicable e imposible de describir que nos puede sacar de la oscuridad, de cómo estas dos criaturas persiguen con ahínco la liberación de sus almas ante un mundo hostil que los rechaza por ser diferentes. Tocando cada uno de los cinco sentidos del alma, estos dos chicos nos muestran como a veces tan solo hace falta un poco de acercamiento hacia nuestros semejantes para encontrar la felicidad en nuestra frágil realidad.-